Ibargüengoitia fue un revolucionario secreto: Villoro

"Su literatura tiene que ver con el ejercicio del humor en tiempos desagradables y difíciles como los de hoy en día", asegura el escritor.

El gran tema de 'Los relámpagos de agosto' es la gran preocupación del sistema político mexicano, surgido en la Revolución
México /

La historia de México se puede recrear y discutir desde la ficción. Más allá de ser un reverso humorístico de la Revolución Mexicana, Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia es una crítica al discurso oficial, al patrimonialismo y al sistema de complicidades que la gran familia revolucionaria estableció.

“Ibargüengoitia plantea que quienes no se han sometido al tribunal de la justicia se pueden someter al tribunal compensatorio de la sátira”, señaló Juan Villoro la noche del martes en El Colegio Nacional, durante la tercera sesión de Novelas mexicanas, ciclo de conferencias donde el escritor analiza la relación entre lo verificable y la ficción, entre la literatura mexicana y la historia del país.

Para Villoro, el autor de Los relámpagos de agosto fue un hombre sumamente práctico, con una formación cercana a los saberes artesanales y una sencillez ajena de toda grandilocuencia; alguien que utilizó el lenguaje de manera económica y precisa para conmover y hacer reír. “Sus recursos literarios se forjaron en el trabajo periodístico, que renovó casi sin darse cuenta”, aseguró el miembro de El Colegio Nacional, “fue un revolucionario secreto, a partir de sus crónicas autorizó a muchos otros articulistas a tocar temas de un inmenso repertorio y tratar de reflejar las costumbres que definen nuestra vida”.

Al incorporar un riquísimo repertorio de minucias y ejercer el humor incluso contra sí mismo, Jorge Ibargüengoitia logró hacer una literatura perdurable: hoy en día sus crónicas son tan leídas como sus novelas, que cuestionan las costumbres, desacralizan la historia oficial y desmitifican la labor del escritor. Irreverente y sarcástico, el también autor de Estas ruinas que ves, Los pasos de López, Dos crímenes y El atentado es uno de los autores mexicanos de prosa más leídos, sin ser del todo valorado por la crítica.

Ibargüengoitia no trató de banalizar o frivolizar la historia; trató de demostrar que, en circunstancias adversas, el sentido del humor puede tener un papel sin que estas circunstancias dejen de ser descritas como tal. “Pareciera que la literatura mexicana ha sido consagrada a los grandes temas, desgarradores. Él entendió la fuerza rebelde del humor para decir que no podemos claudicar a ciertos placeres por el hecho de que hayan ocurrido quebrantos y dolores”, comentó el miembro de El Colegio Nacional, “precisamente porque vivimos días de zozobra, el escritor puede hacer un trabajo resistente, de preservar la risa y el humor, no es posible que eso también nos sea robado o secuestrado”

Influida e inspirada por Los gobiernos de Obregón, Calles y regímenes peleles derivados del Callismo, de Juan Gualberto Amaya, Los relámpagos de agosto hace referencia a la rebelión fallida de José Gonzalo Escobar contra el presidente Emilio Portes Gil en 1929; y actualiza el género picaresco, uno de los géneros más fecundos de la lengua española, dándole una nueva dimensión. “Los pícaros de la novela pertenecen a la elite y configuran a la sociedad, todos los personajes son pícaros y no actúan por necesidad sino por cinismo”, apuntó Villoro.

El gran tema de Los relámpagos de agosto es la gran preocupación del sistema político mexicano, surgido en la Revolución: ¿quién es el próximo presidente y qué tan cerca estoy de él? Como en La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, la novela se ocupa de “los de arriba”, la elite que conspira eternamente en los mismos lugares; los enemigos siempre son íntimos, los personajes confunden lo público y lo privado, la Revolución es traicionada por quienes la consumaron.

“Ibargüengoitia se sobrepuso a los avatares de la historia y a los dolores de la vida, su literatura tiene que ver con el ejercicio del humor en tiempos desagradables y difíciles como los de hoy en día”, concluyó Juan Villoro, “parece que no hay mayor disidencia que sentirse bien y a esa rebeldía nos invita un maestro del humor como Jorge Ibargüengoitia”.

  • Milenio Digital
  • digital@milenio.com
  • Noticias, análisis, opinión, cultura, deportes y entretenimiento en México y el mundo.

LAS MÁS VISTAS