El arte, sinónimo de libertad, dice el violinista Ara Malikian

“Obviamente no soy ni clásico, ni jazz, ni flamenco, ni zíngaro... Soy todo y uno”, asegura en entrevista con MILENIO el músico libanés.

Su fuente de inspiración está en diferentes culturas y estilos.
Editorial Milenio
México /

Con una sólida formación en la música de concierto, el violinista Ara Malikian ha construido una propuesta que entremezcla géneros musicales. Música gitana y compositores clásicos, piezas de rock y cadencias jazzísticas, más elementos de músicas de diversas culturas conviven en su estilo.

La superestrella que presentará El increíble tour mundial del violín el próximo miércoles en el Auditorio Nacional, habla en entrevista para MILENIO sobre su estilo. “Yo creo que he ido descubriendo mi propio estilo con el paso de los años, aunque todavía no lo puedo definir. Creo que al principio opté por ser un violinista muy clásico, muy ortodoxo, pero eso no me hacía feliz”.

Abrazó diferentes músicas, empezando por la herencia armenia de parte de sus padres, además de que tocó en todas las situaciones posibles, desde orquestas sinfónicas y ensambles de cámara, hasta bodas, bares, restaurantes, en la calle y en las salas de concierto. Su intención no era romper barreras, afirma. “Creo que arte es, justamente, sinónimo de libertad, y yo quiero ver la música con libertad. Toda mi juventud estuve metido en la música clásica, pero ahí sentí que no existe libertad, porque hay pautas, reglas que definen que Mozart hay que tocarlo de tal manera”.

Si ha sido definido como “rockstar del violín” —término que no comparte— se debe a su desempeño escénico, más cercano a aquel género que a la solemnidad de las salas de concierto. Además, en su repertorio aparecen versiones de canciones de Led Zeppelin, Radiohead y David Bowie.

Sin dejar de lado el virtuosismo aprendido en el terreno de la música académica y tocar algunas de sus piezas emblemáticas, se movió hacia otros terrenos: “Empecé a descubrir mi propia personalidad, descubrí mi propia voz y, a partir de ahí, empecé a desarrollar lo que quería hacer, aunque no sé hasta dónde he llegado. Mi fuente de inspiración está en las diferentes culturas y estilos. De cada uno me llevo algo y lo hago el mío”.

Muchas formas de música caben en su propuesta porque sabe acomodarlas. Algo semejante ocurre con su nacionalidad. “Obviamente no soy ni clásico, ni jazz, ni flamenco, ni zíngaro... Soy todo y uno. Es lo mismo si me preguntan ¿de dónde eres? No sé de dónde soy. Soy un poco armenio, un poco libanés, un poco español, un poco alemán, un poco mexicano. Es decir, no soy de ningún lugar, pero sí de muchos lugares”.

Formado en la rigurosa institución educativa Hochschule für Musik und Theater de Hannover, en Alemania, ha tocado con algunas de las orquestas sinfónicas más renombradas. Además de varios discos con el repertorio sinfónico y de música de cámara, ha grabado su propia propuesta globalizadora, a la par que ha difundido obras de compositores de música contemporánea. También ha colaborado en proyectos teatrales y cinematográficos, por no hablar de radio y televisión.

Lejos de los escenarios, Malikian apoya programas altruistas para llevar los beneficios de la música a niños desprotegidos porque cree mucho en los beneficios del arte. Dice que muchas cosas le mueven a participar en este tipo de actividades. “Primero que nada, me mueve ayudarles porque creo que son el futuro de la sociedad. Estoy convencido de que cualquier sociedad que tenga acceso a la cultura desde muy temprana edad, será en su beneficio a futuro. Los niños que han tenido acceso a esta belleza, al arte, cuando sean mayores dudo que se puedan dedicar a cosas más oscuras, como la delincuencia o la violencia”.

Los niños expuestos al arte, específicamente a la música, agrega, “crecen con una mayor idea de respeto, con mayor sensibilidad y mayor interés en respetar las opiniones de los demás. Al mismo tiempo aprenden a defender sus ideas y a disfrutar las diferencias”.

Muchos jóvenes y niños ven en Malikian un ejemplo a seguir, incluso algunos han abrazado el violín, experiencia que no vivió pues el instrumento es parte de su entorno desde que tiene uso de razón. “Como mi padre era violinista, él decidió por mí que yo también tocara el violín. Entonces no hubo un momento en que yo me enamorara de la forma de tocar de alguien o que hubiera asistido a un concierto que me impresionara. Ya estaba contagiado por el amor a la música desde que era niño”.

Suele ocurrir que hay padres de familia que le dicen que su hijos aprendieron a tocar el violín gracias a que lo vieron tocar, cumplido que él agradece mucho. “Eso me hace muy feliz. Ojalá cada niño pudiera empezar a tocar un instrumento para luego ser profesional o, simplemente, por el disfrute de hacer música. Ser un músico aficionado ya es un gran logro”.

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