Todos en México hemos leído alguna calaverita literaria, incluso las hemos escrito porque nos las dejaron de tarea en la escuela. Pero ¿de dónde surgen estás composiciones poéticas que usamos para satirizar a personajes célebres y políticos?
Las calaveritas literarias son una tradición mexicana relacionada con el Día de Muertos. Sin embargo, a pesar de su amplia difusión actual, la referencia más antigua que registran las hemerotecas es un texto que se publicó en 1849 en el periódico El Socialista, que editaba el médico italiano José Indelicato en Guadalajara, Jalisco.
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Antecedentes novohispanos
El experto Adán Cabral Sanguino (Revista Cultural Mito, no. 38, oct. 2016), nos dice que la costumbre tiene sus orígenes en la época colonial e incluso se vincula con ciertas expresiones de religiosidad ibérica de la alta Edad Media, como la Danza Macabra o Danza de la Muerte.
Se enriqueció después en la Nueva España con elementos prehispánicos, como el culto a Mictlantecuhtli (dios de la Muerte), los tzompantlis (troncos de cráneos de sacrificados y posible origen de las calaveritas de dulce) y la poesía precortesiana.
En la época novohispana, se relacionó a las calaveras con la supuesta madre Matiana o del Espíritu Santo —oriunda de Tepotzotlán, Estado de México—, a quien le atribuían profecías y epitafios que se transmitían oralmente. De acuerdo con registros históricos, esta mujer nunca fue monja. Lo cierto es que ingresó al Convento de San Jerónimo para servir de criada a una religiosa que sufría demencia.
Hay también quien señala que en el Virreinato era muy usual utilizar largos y ostentosos nombres y alabanzas para los epitafios de los nobles y poderosos de abolengo monárquico o aristocrático.
Ante la proliferación de esta cursilería, los escritores mexicanos comenzaron a utilizar sus propias rimas satíricas a modo de burla de estas exageradas ponderaciones de las virtudes de los nobles.
Por lo general se trataba entonces de una crítica social dedicada a algún miembro del Estado burlándose, o bien reclamando a la persona hechos en favor de la comunidad.
Desde luego que la censura colonial prohibió la libre circulación de estas composiciones en las gacetas y otros medios impresos, por considerarlos irreverentes.
Otros autores comentan que ese tipo de versos se conocieron antiguamente como panteones o versos asesinos, que nacieron a modo de epitafio burlesco y como modo de expresar ideas o sentimientos que en otras oportunidades seria impropio o grotesco. Fueron frecuentemente censurados o destruidos ya que también servían como medio para expresar descontento con los políticos de la época.
El México independiente
Las calaveras como medio de expresión fueron reprimidas no sólo en sus orígenes sino también durante el siglo XIX, debido a las burlas hechas a los gobernantes. Para entonces, los periódicos alrededor del mundo realizaban ya caricaturas a modo de burla de los políticos y miembros de las casas reales.
México se une así a la crítica social que marcará las revoluciones de las décadas venideras alrededor del mundo.
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Durante el México independiente estas expresiones literarias cobran más fuerza, y es cuando se publica, en 1849, la primera calavera en el periódico El Socialista de Guadalajara.
En la segunda mitad del siglo XIX comienzan a hacerse populares entre la población, acostumbrada a la inestabilidad política característica del país en sus primeras décadas de vida.
La Revolución
Cabral Sanguino señala que la tradición de las calaveras literarias, tal como las conocemos ahora, surgió, al igual que la de las catrinas, a finales del siglo XIX, como una expresión crítica del pueblo contra la élite porfirista.
José Guadalupe Posada, el famoso ilustrador mexicano, es quien da al imaginario colectivo mexicano la famosa imagen de La Catrina o La Muerte, con ese toque burlesco propio de las calaveritas.
Posada hizo de sus ilustraciones un tradición y fue él quien le dio apariencia y vida a La Catrina, que Diego Rivera retomó en su mural Tarde de domingo en la Alameda.
En 1919 se hicieorn también muy famosas las Calaveras de las elecciones presidenciales, escritas por el famoso editor e impresor Antonio Vanegas Arroyo, donde se observa una connotación más política pero sin dejar de ser burlesca. Vanegas Arroyo propone como candidato presidencial a uno de sus escritores colaboradores más fieles, Arturo Espinoza alias Chónforo Vico:
Yo os propongo al nunca bien
ponderado y grande mico,
ilustre Chónforo Vico,
escapado de Belén.
Prófugo de las Marías,
gran maestro en la ganzúa,
instruido en San Juan de Ulúa
y en la Penitenciaría.
Sabe abrir las cajas fuertes
y extraer una cartera.
Ha sido gran calavera
y debe catorce muertes.
Elegid pues pueblo amado
sin dudar y a tapahocico
al muy ilustre y nombrado
y noble Chónforo Vico.
Después de discursos tales
llenos de frases sinceras
se fueron las calaveras
a las urnas sepulcrales.
Salió electo presidente
por su real y hermoso pico
el notable, el prominente,
ilustre Chónforo Vico.
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La tradición de las calaveras literarias
En la actualidad se utilizan las calaveras literarias para la celebración del Día de los Muertos en México.
Son utilizadas en primer lugar para mostrar desaprobación o disgusto antes las autoridades. También para expresar ideas de disgusto, usualmente rechazo político y comentarios desagradables hacia las personas de gran importancia o posición.
Muchas personas dedican éstas a sus familiares y amigos como parte de su celebración o recordando que existe una vida más allá de la muerte.
Ten en cuenta que esta tradición data de hace muchos años. Que permanece a pesar de circunstancias y altibajos que tuvo en tiempos pasados, y aún se mantiene vigente formando parte del corazón de México.
Es una celebración que todo el pueblo disfruta y comparte con sus familiares y amigos. Pues no sólo celebran la muerte y vida, sino que a través de estos versos o poemas escritos se puede expresar lo que nos es difícil de enunciar en algún momento o situación.
AG