La educación musical en Rusia inicia aproximadamente entre los tres o cuatro años de edad. El pianista Alexei Volodin comenzó tarde, a los nueve. El piano le apasionó porque puede expresar todo como si fuera una orquesta: melodías, armonías y acompañamientos: “Suena como si fueran varios instrumentos”.
Originario de San Petersburgo, se presentó en el Centro Cultural Imagina durante las actividades del Festival Internacional Cervantino (FIC). Su público estuvo plagado de niños, hecho que le emocionó, porque se dio cuenta de que no estaban muy familiarizados con la música: “Fue un público muy atento que apreciaba lo que tocaba, había un silencio total, un público muy respetuoso”, dijo en la conferencia de prensa.
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Sin embargo, su gran reto fue la presentación en el Templo de la Valenciana, porque “para un pianista es interesante tocar en un templo religioso, ya que la acústica es muy lenta y hace que la reverberación sea un problema para el piano, y puede ser complicado… Dependiendo de la acústica del lugar, tengo que hacer ajustes en el pedal porque no se puede tocar igual como en una sala, que tiene una acústica rápida”.
Tocó, entre otras cosas, obras inspiradas en la música folclórica. También sonaron obras de Rachmaninoff, al que refirió como un compositor complejo, difícil y muy demandante al interpretar.
Elegido como artista del mes por la nueva sala de conciertos del Mariinsky, en San Petersburgo, participa por segunda ocasión en el festival cultural, al que describió como uno de los más importantes de América Latina, y a su vez, destacó que México es uno de sus países favoritos, hecho que le representa una gran responsabilidad para presentarse en sus diversos escenarios.
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