Definitivamente mi camino en la vida fue el amor al arte, expresó Georgina Farías de Arellano, mejor conocida como Gogy Farías.
“Inicié a los 16 años influida por mis padres que eran muy adeptos a comprar obras. En una ocasión una maestra me pidió que copiara una talla en madera que teníamos en casa, lo hice, y me dijo: tú sirves para artes plásticas”.
Este año, la artista cumple cuatro décadas de crear esculturas que embellecen desde espacios públicos y parroquias en casi todo el país, hasta galerías y colecciones privadas de México, Norteamérica, Sudamérica, Europa y África.
Con el ánimo encendido y su gusto por la creatividad, se inscribió en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Iberoamericana, corría el año de 1960 y el director era nada menos que Mathias Goeritz, reconocido filósofo del arte.
“Goeritz pertenecía a la llamada Generación de la Ruptura, sin embargo, yo tenía interés en ser figurativa porque quería expresarme a través del cuerpo. Mi desarrollo fue paulatino, siempre me incliné a buscar algo que me satisficiera y fui a dar a un taller de pintura del maestro Edgardo Coghlan, estuve cinco años tomando clases y en la vespertina iba a La Esmeralda”.
Se entregó con pasión a su inspiración y estudiaba 15 horas diarias.
“Empezaba mi día a las siete de la mañana y terminaba a las diez de la noche. Cinco años seguidos hice una rutina, incluso los sábados iba al campo a pintar paisajes”.
Como resultado de su tenacidad logró su primera exposición a los 21 años en Guadalajara, en la primer Casa de Cultura de Jalisco, ubicada a unos pasos del Parque Agua Azul, “a pesar de que los foros no eran para los principiantes, no me desanimé y continué”.
Abrió un paréntesis en sus actividades cuando contrajo matrimonio y crió a sus cuatro hijos, “pero en cuanto se fueron a la escuela retomé mi taller. En 1976 empecé a participar en colectivas y para 1980 gané el concurso del Jardín Escultórico de la Ciudad de México, con la obra La Familia”.
A partir de ese momento Gogy no dejó de trabajar en exposiciones realizadas en las delegaciones de la ciudad capitalina.
En ese tiempo montó su primera muestra de pintura, escultura, grabado, dibujo y carbón, todas las técnicas en el Centro Israelita.
“Después me fueron contratando para piezas monumentales como la de ‘San Agustín’; me invitaron a exhibiciones foráneas en Querétaro, Naucalpan, Guadalajara y otras ciudades del país. En Acapulco hice una ‘Sirena’ así como ‘El Sol y La Luna’, aunque la removieron hace 12 años porque ahora este lugar pertenece a la Marina”.
Su inspiración por crear se extendió sobre todo a las grandes figuras.
“En Azcapotzalco me mandaron a hacer ‘El Rey Tepaneca Tezozomotzin’ y ‘El Niño Héroe’, que lo inauguró el entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid. Tuve una década muy fuerte en los 80´s me fui a exponer a Nueva York, a la feria, ahí conseguí galerías que me dieron otra dimensión de la globalización que ya empezaba y tuve la oportunidad de exponer en el extranjero. En París saqué un segundo premio en la gráfica popular”.
En aquel tiempo sucedieron una serie de eventos muy afortunados, porque ningún artista quiere ser ignorado, refirió.
“Me iba a retirar en los 90´s y resulta que me invitaron a Ciudad Juárez, acababan de hacer el Puente Córdoba con el Tratado de Libre Comercio (TLC). Entonces vino el alcalde de la ciudad a invitarme e hice un ‘Trío de Caballos’ en la Plaza de los Indomables que está entre El Paso, Texas y Ciudad Juárez, Chihuahua. Ahí me quedé trabajando 6 años, hice la Plaza de las Mujeres Migrantes y la Plaza de Los Cuatro Elementos, piezas de desnudos femeninos que representan el aire, la tierra, el fuego y el agua”.
Luego comenzó a desarrollar imágenes para la iglesia del Señor de la Misericordia, “tuve la fortuna de conocer a Juan Pablo II a través de un grupo de polacos que vivían en México y me pidieron hacer la imagen de Jesús, la cual no cobré, pero bajo la condición de que me llevaran con ellos y se la regalara al Papa”.
Su obra religiosa también está en la diócesis de Nezahualcóyotl. En la visita de Juan Pablo II a La Habana “tuve la fortuna de viajar a Cuba con su santidad, fue muy emocionante conocer al comandante Fidel Castro y a Gabriel García Márquez. Estuve en una celebración continental desde Alaska hasta Argentina donde estuvieron todos los obispos de América para concelebrar esa misa”.
Posterior a su histórica visita pensó en el retiro, “le dije a mi esposo: 'voy a descansar porque estoy agotada', entonces llegó un sacerdote vietnamita a pedirme una imagen de la Virgen de Guadalupe en cuatro metros, para Santa Fe, en Nuevo México.
“La Virgen de Guadalupe no me ha dejado. Hice muchas de diferentes tamaños y acabados para ocho regiones de Estados Unidos en Nevada, Illinois, Massachusetts y otras”.
En celebración por sus 40 años de trayectoria, Gogy Farías participa en diversas muestras de beneficio social, algunas ya tuvieron cita en Toluca, Cuernavaca y Querétaro, el dinero recaudado irá a casas hogar de niños con síndrome de Down.
LC