Dos años después de ocurrido el crimen, con el escándalo y la conmoción todavía meciéndose en el ambiente, Gabriel García Márquez (1927–2014) llegó a Roma dispuesto a desentrañar el caso de Wilma Montesi, una chica de 21 años aspirante a actriz de cine y novia de un policía, con quien tenía planeado casarse, hallada muerta en una playa de la costa cercana a la capital de Italia en abril de 1953. El colombiano era entonces un reportero de 28 años que empezaba a viajar por Europa como el improvisado corresponsal del periódico El Espectador, para continuar ganándose así la vida después de darse a conocer a los lectores con una crónica serializada llamada “Relato de un náufrago”.
Quizá queriendo repetir ese éxito, con su mirada extranjera bien entrenada para fijarse en los detalles y una escritura plagada de tensión narrativa, el hijo del telegrafista condensó la rocambolesca historia de Wilma (que salpicó al crimen organizado y a los altos mandos de la política italiana) en trece entregas bajo el título El escándalo del siglo, que hoy constituye la pieza central de una antología que Literatura Random House publica para reivindicar el trabajo periodístico del Nobel que siempre se sintió orgulloso de ejercer “el mejor oficio del mundo”.
En las cuatro palabras que nombran el reportaje y este libro “encontramos condensados el titular periodístico y la exageración que tiende a la literatura. El subtítulo es ya una perla con la firma del autor: muerta, Wilma Montesi pasea por el mundo”, señala el editor y agente literario Cristóbal Pera, encargado de estructurar la compilación. “He escogido textos donde aparece latente esa tensión narrativa entre periodismo y literatura, donde las costuras de la realidad se estiran por su incontenible impulso narrativo, ofreciendo a los lectores la posibilidad de disfrutar una vez más del ‘contador de historias’ que fue García Márquez. […] Los lectores de su ficción encontrarán en muchos de estos textos una voz reconocible, la formación de esa voz narrativa a través de su trabajo periodístico”.
Hace un lustro, la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, el Conaculta y el Fondo de Cultura Económica hicieron posible un libro similar (Gabo periodista), pero fue una edición no venal, solo distribuida entre colegas de la profesión y, en consecuencia, no fue accesible para el gran público lector. Antes, sin embargo, el hispanista francés Jacques Gilard (1943–2008) reunió la obra periodística completa de Gabo en cinco volúmenes, publicados por la editorial Diana, y ese era el corpus al que se solía recurrir para conocer la mirada y las “costuras” que el maestro utilizaba para contar historias reales.
Ahora, en forma condensada pero disponible para todos, “esta antología —(El escándalo del siglo. Textos en prensa y revistas (1950–1984)— nos revela a un escritor de pluma amena en sus orígenes, bromista y desenfadado, cuyo periodismo es poco distinguible de su ficción”, subraya el periodista estadunidense Jon Lee Anderson en el prólogo de la obra, que incluye crónicas, reportajes, columnas y artículos emblemáticos como “Caracas sin agua”, “El cartero llama mil veces”, “No se me ocurre ningún título”, “Mi Hemingway personal” o “La casa de los Buendía” (la “prehistoria de Cien años de soledad”), y que en conjunto demuestran, agrega Anderson, que “el periodismo fue en cierto modo su primer amor y, como todos los primeros amores, el más duradero”.
Después de la revuelta popular iniciada en Bogotá en 1948, García Márquez se fue a Cartagena de Indias para continuar sus estudios de Derecho y comenzó a colaborar en el diario local El Universal, pero no tardó en replantearse su futuro: se mudó a Barranquilla y decidió dedicar todo su tiempo a la escritura. Cuando en 1954 regresó a Bogotá, entró a trabajar a El Espectador y ahí se consolidó como narrador de la realidad. Luego vendrían sus éxitos literarios, su “periodismo militante” (contra la política estadunidense, a favor de Cuba y Fidel Castro), el Nobel, su columna sindicada, la fundación de revistas y noticiarios y, finalmente, la creación de la institución que le daría nuevos aires al oficio de informar de nuestra lengua, la FNPI. “No quiero que se me recuerde por Cien años de soledad, ni por el Premio Nobel, sino por el periódico. Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca”, dejó claro unos años antes de morir.
La muestra recogida en El escándalo del siglo exhibe el tono parco, directo y ágil que siempre caracterizó a sus textos, los cimientos intelectuales en los que siempre apoyaba su trabajo, su capacidad para descubrir noticias en la cotidianidad, la autoridad de quien ya conoce lo que va a escribir y el deslumbramiento de quien escribe para conocerlo, algún artificio literario que llega a poner en duda la veracidad de ciertos detalles o acciones y, sobre todo, “el amor del novelista por la reportería”, como recuerda Alma Guillermoprieto, pues “en los años transcurridos desde que la fama le trajera también holgura económica, García Márquez reincidió en el periodismo como si no hubiera sido para él lo que para tantos otros escritores: una forma más o menos decorosa de combatir el hambre”.