¡Queremos tanto a Ella!

Grabó más de 200 discos y vendió más de 40 millones de copias; manejó con maestría el swing, el bebop, los "standards", el blues y las baladas...

Su legado es festejado con varias exposiciones en Estados Unidos.
México /

En Rayuela, Julio Cortázar plantea que “el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald, mientras en París Kenny Clarke inaugura una cave y en Perpignan brincan los dedos de Oscar Peterson, y Satchmo por todas partes con el don de ubicuidad que le ha prestado el Señor”.

A punto de celebrarse el centenario de la cantante nacida el 25 de abril de 1917 en Newport News, Virginia, Ella Fitzgerald encarna el adjetivo burlaaduanas por su manera natural de adaptar a su estilo cualquier género de canción. Howard Reich, autor de libros como Portraits in Jazz y Let Freedom Swing, escribió en un artículo reciente para el Chicago Tribune que es preciso “considerar que Fitzgerald, que fue autodidacta, manejaba con maestría el swing, el bebop, los standards, el blues, las baladas, las canciones de Broadway y de Hollywood y prácticamente cualquier otra faceta de la música popular de su tiempo”.

Con un enorme legado de grabaciones, Ella Fitzgerald comparte el don de la ubicuidad con Louis Armstrong, con quien realizó históricas grabaciones. Cualquier noche uno puede escucharla cantar en Viena en el disco Jazz at the Philharmonic Vienna 4/22/59, y también en otros países, pues en otras latitudes grabó álbumes que se volvieron legendarios, como Ella and Duke at the Cote D’Azur, Ella at Juan-Les-Pins, Ella and Billie Holiday at Newport, Ella in Budapest, Ella in London y la obra maestra Ella in Berlin: Mack the Knife.

La chica quería bailar

Con más de 200 discos grabados, Fitzgerald vendió más de 40 millones de copias, legado impresionante de quien se dedicó a cantar en cuerpo y alma. Nacida en un ambiente de pobreza y maltrato —vivió algún tiempo en un reformatorio—, su deseo adolescente era triunfar como bailarina en el concurso de aficionados del Teatro Apollo de Nueva York.

En su artículo, Reich refiere que Ella le contó que entonces le gustaba mucho el bailarín y comediante Earl Snakehips Tucker. Decía la cantante: “Solía idealizar a Snakehips y yo era muy delgada entonces. Algunas veces solía salir a las esquinas para bailar y me acompañaba mi prima y ganábamos dinero suficiente para ir a su espectáculo”.

En 1934 la jovencita montó una coreografía con la esperanza de triunfar en el Apollo, pero el éxito de las Hermanas Edwards resultó apabullante. En el libro First Lady of a Song, Geoffrey Mark Fidelman refiere que la cantante diría más tarde: “Mis piernas se volvieron de agua y millones de mariposas se perseguían en mi estómago”. Incapaz de moverse, el locutor le preguntó si prefería cantar, y ella eligió “Judy”, de Hoagy Carmichael. Tan bueno fue el recibimiento que le brindaron que le pidieron otra canción, e interpretó “The Object of My Affection”, de Jimmy Grier, Pinky Tomlin y Coy Poe.

Fitzgerald se ganó los 25 dólares del primer premio y su entrada al mundo de la canción. Como expresaría después, “fue el punto de inflexión de mi vida. Una vez ahí arriba sentí la aceptación y el amor del público: sabía que quería cantar frente a él el resto de mi vida”.

La suerte quiso que esa noche estuviera en el concurso el saxofonista y líder de orquesta Benny Carter, quien advirtió la madera de la chica y la impulsó en su carrera. “Estuve ahí desde el principio y era obvio lo que ella tenía esa noche en el Apollo. ¡Dios mío, lo que ha hecho con ello!”, diría años más tarde.

Ganadora de numerosos concursos de aficionados, la cantante llegó a la banda de Chick Webb, con quien grabó su primer gran éxito. “Podrías decir que con Chick aprendí a cantar”, le comentó a Reich, aunque “casi no aprendía nada. Chick era el tipo de persona que mostraba paciencia y compresión, pero no me enseñó ningún estilo. Me dejó hacer lo que yo sentía, me permitió cantar de la manera que sentía que yo podía cantar y eso empezó a hacer a lo que Ella es hoy”.

Grabó su primera canción, “Love and Kisses”, en 1936, con un éxito moderado; pero dos años después la fortuna llamó a su puerta con “A-Tisket, A-Tasket”, una canción infantil que vendió un millón de copias. Paulatinamente el bebop hacía su aparición y, con el apoyo de Dizzy Gillespie, Fitzgerald tomó elementos de este género para manejar sus improvisaciones y convertirse en maestra del scat (estilo en que la voz hace las veces de un instrumento).

De Harlem al mundo

A la muerte de Webb en 1939, Ella se hizo cargo de su banda durante dos años, pero la vida la llevó por otro camino. Tras un matrimonio fallido con Benny Kornegay, se casó con el contrabajista Ray Brown, de quien también se divorciaría. En esos años, Brown trabajaba en la gira de conciertos llamada Jazz at the Philharmonic del productor Norman Granz, en la que se reunían grandes músicos como Charlie Parker, Ben Webster, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Roy Eldridge y muchos otros.

Figura fundamental en la carrera de Fitzgerald, Granz la convirtió en estrella internacional. La invitó a las giras de Jazz at the Philharmonic y produjo sus discos, entre ellos los que registraron sus inmortales duetos con Louis Armstrong, así como los famosos Song Books, que contienen sus versiones de cerca de 300 canciones de los grandes compositores estadunidenses.

Ira Gershwin, el compositor que con su hermano George legó al mundo canciones inmortales como “Summertime”, “Oh, Lady Be Good!” y “The Man I Love”, dijo alguna vez: “Nunca había advertido lo buenas que eran nuestras canciones hasta que escuché a Ella Fitzgerald cantarlas”. Algo similar sucedió con Cole Porter, Richard Rodgers y Lorenz Hart, Duke Ellington y Billy Strayhorn, Irving Berlin, Harold Arlen, Jerome Kern y Johnny Mercer, cuando consagró muchas de sus obras con la grabación de sus famosos Song Books entre 1956 y 1964. Son un testimonio del respeto de la cantante por las composiciones y su manera de apropiárselas.

La artista, a quien Murray Kempton, ganador del Premio Pulitzer, definió como “una fuerza cultural, una tradición permanente”, recibió en 1954 un reconocimiento por haber vendido 22 millones de discos. En agradecimiento, la cantante dijo: “Supongo que todos quieren, más que nada en el mundo, ser amados. Y saber que ustedes me aman es demasiado para mí. Discúlpenme si no tengo todas las palabras… tal vez lo puedo cantar y ustedes entenderán”.

Para entender el genio de Fitzgerald es preciso escucharla y así poder decir: ¡Queremos tanto a Ella!

Honores

En EU el legado de la cantante es celebrado con varias exposiciones. El Museo de Historia Americana del Instituto Smithsoniano
de Washington inauguró el 1 de abril la muestra Primera Dama de la Canción: Centenario de Ella Fitzgerald, que incluye sus premios, cartas, partituras y vestuarios, así como videos de sus actuaciones. En la Galería Nacional del Retrato, también del Smithsoniano, se exhibe una fotografía de William Gottlieb en la que Ella aparece con Ray Brown, Dizzy Gillespie y Milt Jackson.

El 25 de abril, el Museo del Grammy en Los Ángeles abrirá la exposición Centenario de Ella: Celebrando el Arte de Ella Fitzgerald, que incluirá grabaciones raras, fotografías, telegramas, vestuarios y sus premios Grammy. Fue la primera afroamericana en ganar el Grammy, en 1958, con dos distinciones por los discos Ella Fitzgerald Sings The Irving Berlin Song Book y Ella Fitzgerald Sings The Duke Ellington Song Book. Sus grabaciones de los Song Books se mostrarán en la Fundación del Gran Cancionero Americano en Carmel, Indiana.

El 21 de abril Verve Records publicó la caja de cuatro discos Ella Fitzgerald:100 Songs For A Centennial, y también una edición especial de seis discos de vinil, Ella Fitzgerald Sings The George and Ira Gershwin Song Books. Después saldrán todos los duetos grabados con Louis Armstrong, así como un disco con las grabaciones de la cantante con nuevos arreglos por la Orquesta Sinfónica de Londres.

En México las celebraciones por Fitzgerald incluyen una actuación de la Jazzatlán Big Band el 25 de abril en el Jazzatlán Club de Jazz & Brewpub, de Cholula, Puebla, con las voces de Jenny Beaujean y Silvana Estrada. Con las cantantes Louise Phelan, Nana Mendoza, Flora Pasquet, Jenny Beaujean y Jaime Ades, el 30 de abril la Zinco Big Band rendirá tributo a la cantante en el Foro del Tejedor de la Cafebrería El Péndulo de la colonia Roma.

  • Xavier Quirarte
  • xavierquirartenuevo@gmail.com
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras

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