A Eusebio Ruvalcaba no le interesaban los homenajes, ni siquiera estaba interesado en un gran funeral. En El argumento de la espada, el poeta pedía que no hubiera lágrimas con su muerte, sino más bien que los amigos se pusieran a brindar por él y a contar las mejores anécdotas… si era posible que hicieran el amor también.
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Apenas un ejemplo de lo que fue en vida, y lo acompaña en la muerte, el escritor, poeta, ensayista, dramaturgo o periodista Eusebio Ruvalcaba, fallecido la tarde del martes a causa de las complicaciones por un hematoma cerebral que lo tenía internado desde el 2 de enero.
“Es muy raro que existiera un escritor con tanto talento y un ser humano tan grande como él”, decía Vicente Quirarte en el funeral del escritor: “nunca conocimos una mentira por parte de él, y tenía una personalidad doble, porque por un lado era un diablo y, por otro, era un hombre muy bueno: era malvado, instigador, provocador y lo buscaba la gente por eso, pero también por su congruencia”.
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Un personaje que sabía que la literatura y la música tenían que perturbar y subvertir, modificar la vida y la realidad, pero al mismo tiempo era un gran padre, un gran esposo y, sobre todo, un gran amigo, en palabras de Vicente Quirarte, quien aseguró que Eusebio no tenía piedad por el lector: “era un hombre de una sordidez tremenda en su literatura, al tiempo de ser un gran maestro de música: tenía esas dos vertientes en su creación.
“Como intelectual era un hombre de una creatividad asombrosa, él escribía como respiraba; alguna vez le dije que me parecía que publicaba demasiado, sin embargo uno ve lo que escribe y era como él: eran de una intensidad y de una congruencia cada uno de sus libros, sus versos, las novelas, los cuentos”.
Entre poesía
Mientras empezaban a llegar los integrantes del ámbito cultural, allí estaban quienes lo habían acompañado por años y que en las últimas semanas no se separaron de él, muchos menos en un momento de despedida, como Pita Cortés, Paco Valencia, Alfredo Giles, Arnulfo Domínguez o Valentín Almaraz, por mencionar sólo a algunos de los muchos que, casi desde el anonimato, estuvieron a su lado durante décadas.
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“Intentar una reconstrucción del escritor, del poeta, no dice tanto como todas las anécdotas alrededor de un ser humano tremendamente cálido, amoroso, con un corazón inmenso: un hombre que sabía escuchar, quizá por eso escogía la música que escogía”, a decir de Pita Cortés.
“Era una persona con una enorme generosidad”, recordaba Paco Valencia, “con una gran capacidad para compartir sus pensamientos, sus libros, sus discos: un hombre que vivía la literatura y la música”; mientras, Valentín Almaraz no sólo coincidía en esa faceta, sino en una transparencia tal que “a veces parecía un niño”.
“Recuerdo que alguna vez nos convocó para jugar canicas y se emocionaba mientras lo hacíamos. Lo recuerdo siempre alegre y generoso, solidario”.
Mientras se leía poesía a ratos, con el paso de las horas llegaron a despedirse escritores y funcionarios, entre ellos la directora del INBA, Lidia Camacho, y el director de Literatura de la misma institución, Mauricio Montiel Figueiras.
Los restos de Eusebio Ruvalcaba fueron cremados la tarde de ayer, sin que sus hijos Flor, Alonso, Erika Coral o León Ricardo hubiesen tomado la decisión de dónde reposarían sus cenizas.
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