Las calles, las plazuelas, los jardines y callejones de Guanajuato lucen como si fuera un fin de semana normal; no parecen los últimos días del Festival Internacional Cervantino. Los restauranteros aseguran que la ausencia de visitantes obedece a varios factores: a los sismos de septiembre, a la inseguridad, al gasolinazo y a la crisis económica.
Don Jesús, quien tiene una vista privilegiada desde su puesto de periódicos, dice que no le gusta el Cervantino porque deja de vender, pero que este año ha percibido que no vino tanta gente al festival como en años anteriores, en parte por la programación y a que con cada administración cambia al director del festival.
Luis Palacios, gerente del restaurante Valadés, que está enfrente del Teatro Juárez, indica que sí se siente la ausencia de turistas: “Este lugar está ocupado, en su mayoría, por artistas y técnicos que han venido a trabajar en el Cervantino. La falta de gente entre semana responde a que el festival ha sido sacado a otros municipios, y la gente deja de venir a la ciudad de Guanajuato”.
El número de asistentes a esta fiesta cultural ha disminuido, en primer lugar, por “la crisis y la inseguridad: en Celaya, en Irapuato y León se han visto muchos casos de asesinatos. También a la falta de promoción del festival por parte de las autoridades”, añade el empresario.
Daniel Alejandro Avilés, encargado del restaurante La Tasca de la Paz, se lamenta: “Este Cervantino estuvo muy pobre, para llorar, pues. Tenemos fotos del año pasado que se sacaron del balcón del restaurante y había demasiada gente, no se podía pasar. Nosotros tenemos unas mesas afuera, frente a la Plaza de La Paz, apenas teníamos espacio para atender a los clientes”.
Restauranteros y prestadores de servicios se preguntan: ¿y la gente dónde está? Ahora Guanajuato tendría que estar a reventar.
“Ya mañana se acaba el Cervantino y, la verdad, esta edición estuvo muy fea, no se ven los ingresos que se esperaban como en años anteriores. Lo que vemos es que no hubo dinero”, dice otro trabajador turístico.
En las calles aún se ven letreros en los hostales ofreciendo habitaciones, cuando en ediciones anteriores del festival conseguir un lugar en estas fechas era casi imposible. Ahora, según la Asociación de Hoteles y Moteles, se registró solo 85 por ciento de ocupación.
Mientras tanto, en los últimos días en los foros culturales no se han reportado llenos, ni siquiera en el Teatro Juárez, pese a que este 27 de octubre se cumplieron 114 años de su inauguración.
Sin embargo, un espectáculo como Still Life, de Stefano Ricci y de Gianni Forte, acaparó la atención de los espectadores. Lograron tocar las fibras más sensibles del ser humano con su obra, que va del dolor a la comedia, del amor a la tragedia, con una propuesta que lleva al espectador a una profunda reflexión sobre la discriminación y la violencia que la sociedad ejerce hacia quienes son diferentes.