François Olislaeger dibuja al Cervantino

“Estoy con mi cuaderno todo el tiempo y voy a ver el teatro, los conciertos, como un espectador más: hago dibujos de lo que veo”, dice el artista francés.

“Es una propuesta distinta a la fotografía, porque se da una interpretación diferente”, asegura.
Jesús Alejo Santiago
Guanajuato /

Durante ocho años, François Olislaeger se convirtió en una especie de reportero gráfico del Festival Internacional de Teatro de Aviñón, en Francia, gracias a un proyecto en el cual se propuso dibujar diferentes escenas de las obras a las que asistía, lo que se convirtió en una especie de novela gráfica.

Ahora, luego de casi siete años de vivir en México, el artista francés recibió el encargo de replicar esa labor en el Festival Internacional Cervantino (FIC), donde además se exhiben los trabajos de Marcel Duchamp, un juego entre mí y yo, en el Auditorio del Estado.

“Estoy con mi cuaderno de dibujo todo el tiempo y voy a ver las obras de teatro, los conciertos, como un espectador más: hago dibujos de lo que veo y de lo que me acuerdo, hago entre 10 y 30 dibujos por cada obra, que termina siendo como una novela gráfica muy breve”, explica Olislaeger, quien luego lleva esas imágenes a las páginas electrónicas del Festival Cervantino y del Instituto Francés para América Latina (IFAL), dirigidas a quienes no tuvieron la oportunidad de ver algunas de esas obras.

“O para quienes desean saber un poco de qué tratan las obras y puedan tener una idea. A los que les gusta la novela gráfica pueden ver otro tipo de trabajo, lo que en Francia llamamos reportaje en dibujo, algo parecido a lo que hacen los reporteros, pero de manera artística. Al final se convierten en archivos de lo que sucedió aquí, pero visto de una forma diferente”.

Se trata de dibujos en blanco y negro, los cuales terminan hasta por reflejar la diversidad del FIC, porque lo mismo aborda obras de teatro o de danza, que conciertos de música clásica o popular; a las imágenes les agrega texto a partir de lo que escucha en el público o de lo que produce en su interior la obra en la que se encuentra.

“Es una propuesta distinta a la fotografía, porque se da una interpretación diferente, hay una mirada quizá más personal, desde que empiezo a una escena y la termino cuando ya estamos en la otra escena… no son imágenes fijas, sino más bien la reconstrucción de un momento, que a veces produce imágenes inexistentes en la realidad, porque están mezcladas con tres o cuatro momentos distintos de una obra teatral, por ejemplo”.

Una propuesta diferente

Cuando François Olislaeger desarrolló la misma propuesta artística en el Festival de Aviñón publicó una compilación de lo realizado a lo largo de los ocho años, aunque antes la trabajó para darle una nueva narración “y, la verdad, me sorprendió, porque funcionó casi como algo poético: imágenes con texto o impresiones de algo pasado”.

“Intento recibir las cosas de manera muy sensible: no saber nada de la obra antes de ir y ver cómo se impregna en mí esa propuesta, qué es lo que me dice, lo que se da de manera casi inconsciente, casi como una escritura automática: busco no pensar y dejo la energía que viene del escenario. A veces dibujo en la oscuridad de los recintos y no veo lo que estoy haciendo, hasta salir a la luz veo lo que queda”.

Lo interesante, desde la perspectiva del artista, es haber encontrado una manera distinta de acercarse lo más posible al universo del autor de la obra, “para que a mí me obligue a encontrar una manera de transformarlo en forma gráfica”, pero incluso con la mirada de un reportero y sin abandonar la perspectiva del artista.

“Es una forma de novela gráfica, pero hecha de manera más personal: hay una historia, personas que hablan… están todos los ingredientes que usamos para una narración y todo lo que hago es transferirlo gráficamente: nos encontramos con imágenes que son comunes en la memoria de todos, que se impregnan, y creo que soy como un espectador que puede dibujar y, al mismo tiempo, narrar”, enfatiza Olislaeger.

La exposición Marcel Duchamp, un juego entre mí y yo reúne parte de las imágenes desarrolladas por el artista para un libro homónimo, publicado por Turner, en donde ofrece un acercamiento gráfico a la vida y la obra del creador francés, aquí con la ampliación de láminas a escala humana.

Al igual que su propuesta en el libro, editado en forma de acordeón, sin páginas fijas, la muestra se armó para caminar por cerca de 40 metros de largo, en lo que es una metáfora de que “no hay una manera unívoca de leer la vida de alguien”, a decir de Olislaeger, quien en la actualidad vive entre México y Francia.

“Lo hicimos en casi dos metros de alto y unos 40 metros de imágenes desplegadas, con lo que los visitantes pueden caminar a la misma altura de Duchamp y estar dentro de un libro, casi como formar parte de las escenas biográficas dibujadas para contar la vida del artista”, una muestra que permanecerá en el Auditorio del Estado hasta el 29 de octubre.

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