Algunas personas sostienen que tener un gato, a la larga, puede generar esquizofrenia en sus dueños. Y esto es particularmente alarmante entre algunos padres de familia, que afirman que los niños pequeños estarían más expuestos al parásito del Toxoplasma gondii, que generaría deterioro mental.
Esta presunción ha sido objeto de diversos estudios científicos, los cuales a veces la ratifican y otras, simplemente la desechan. Ante este panorama, ¿cuál es la verdad? Los hallazgos médicos más recientes nos aclaran la duda… o la amplian.
TE RECOMENDAMOS: Por qué nos encantan los gatos —y por qué los odiamos—
La idea de que los gatos pueden causar enfermedades mentales se la debemos al psiquiatra E. Fuller Torrey, quien encontró niveles inusualmente altos del parásito del toxoplasma en la sangre de la población esquizofrénica.
Al profundizar en sus investigaciones, Torrey dio con la teoría de que no era sólo la posesión de un gato la que influía en el surgimiento de la esquizofrenia, sino la edad en la que esto sucedía: según su teoría, el periodo comprendido entre los 13 y los 18 años de edad resultaba crucial en el desarrollo cerebral y, por tanto, era la edad en que un niño era más susceptible a verse afectado por el toxoplasma contagiado por los gatos.
Sin embargo, el más reciente estudio científico, realizado en la División de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge y publicado el pasado 22 de febrero, señala que no existe relación entre la propiedad de un gato y la aparición de síntomas sicóticos entre la población de entre 13 y 18 años, debido a la supuesta infección del parásito Toxoplasma gondii, el cual comúnmente es señalado como el culpable del surgimiento de la esquizofrenia.
TE RECOMENDAMOS: 18 gatos que tienen más seguidores que tú.
¿Fin de la discusión? Aparentemente no, pues un artículo publicado hoy en Wired contradice la interpretación optimista del estudio, pues sostiene que lo único que éste declara es que la posesión de un gato no necesariamente implica el contagio, ni mucho menos la aparición de psicosis.
Además, argumenta que los jóvenes de entre 13 y 18 años difícilmente podrían presentar síntomas de esquizofrenia y, por otro lado, que poseer un gato es distinto a convivir con un gato y, sobre todo, con sus heces fecales. En conclusión, tener un gato, en sí, no causa esquizofrenia; convivir de cerca y de manera repetida con las heces de un gato infectado durante un periodo significativo de la adolescencia, sí puede causarlo.
FM