Prostitutas, eunucos y luchadores representan seres de rituales para el ojo de Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942), y estos, a su vez, forman parte del ritual que acompaña el proceso fotográfico de la artista.
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La fotógrafa cuenta en entrevista para MILENIO que realizó una serie de viajes a la India y Bangladesh, en donde se sorprendió con una forma diferente de ejercer la prostitución y con personajes como travestis y luchadores, de donde surge su muestra Ofrenda, que se exhibe en el Seminario de Cultura Mexicana.
“Esta exposición la dividí en tres grupos que para mí tienen un poco de ritual: la prostitución, que, sea como sea, también es un ritual; los eunucos, que tienen sus rituales para cantar y bailar en las fiestas, y los luchadores, que desde muy temprano preparan su ceremonia en Benarés”, comenta. [OBJECT]
Iturbide dice que, antes de disparar, el fotógrafo tiene que generar una complicidad con la gente que toma porque si no resulta forzado. Ella no usa el telefoto sino siempre lo hace de manera directa, cuenta: “Antes camino por el lugar sin tomar fotos, platico con las personas y pido permiso”.
“En Bangladesh, cerca de Daca, la capital, me encontré con un lugar muy grande que está dividido en varias partes que son prostíbulos, en donde cada grupo tiene su líder. Supongo que la líder las cuida, y tienen muchos letreros en su idioma, en donde imagino que están los permisos para ejercer este oficio. Pero es diferente a lo que vemos aquí en México como prostitución: allá visten saris y velos, su actitud es seria y dulce a la vez. Son muy lindas y respetuosas. Fue un trabajo muy interesante porque conocí otra forma de prostitución en el mundo. Me imagino que tiene mucho que ver con su religión”.
En un principio no todas las mujeres se dejaban fotografiar, pero al final del día todas querían ser retratadas por Graciela Iturbide.
En la India entró a un cuarto con los eunucos, en donde confiesa que sintió un poco de susto porque “hacían cosas raras, se besaban y llegaban a límites un poco raros, pero también se reían mucho y me dejaban fotografiar todo”.
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Lo que más disfruta, confiesa, es encontrarse con “las sorpresas que a veces ve tu ojo o siente tu corazón, cuando dices 'qué maravilla' y te quedas fotografiando. Hay que estar muchas veces solo, porque si vas en grupo es muy difícil porque te distraen, necesitas concentrarte y estar abierta a lo que ves. No busco la imagen, la encuentro en el momento. Por eso siempre llevo mi cámara conmigo”.
A pesar de casi siempre viaja sola afirma que nunca se ha sentido en un momento de vulnerabilidad, pero recuerda que cuando realizó un trabajo sobre desplazados en Colombia se deprimió mucho.
De estos viajes la fotógrafa se queda con la amabilidad, con lo felices que sus modelos estaban y con la confianza que le brindaron al llevarla a lugares en donde mostraban la intimidad de sus rituales. Iturbide está consciente de lo duro que es recibir un dólar por prostituirse; se dio cuenta de que, a pesar de ser lugares con una religión muy arraigada los hombres que deciden transformar su cuerpo y no son juzgados, y descubrió que una la lucha puede tener un sentido místico.
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