En 1996, Gustavo Dudamel vino a México como violinista de la Orquesta Nacional Infantil de Venezuela para presentarse en el Palacio de Bellas Artes. Veintidós años después lo tenemos al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena para ofrecer varios conciertos en Ciudad de México y Puebla, como parte de una gira que inició en Estados Unidos y concluirá en Argentina.
Conocido como uno de los directores más destacados de su generación, Dudamel también se ha convertido en un ejemplo a seguir, sobre todo por su aporte al Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, creado por José Antonio Abreu, en el que fue violinista.
En conferencia de prensa previa al concierto, Dudamel señaló que México significa mucho para su país, “sobre todo en el proyecto donde nací y crecí, cuando nuestro querido maestro José Antonio Abreu decidió hacer de la música el lenguaje cotidiano de los niños en todo el país”.
Recordó que una de las primeras personas que apoyó el programa que se conoce familiarmente como el Sistema, fue Carlos Chávez a mediados de los años 70, y que lo mismo hizo Eduardo Mata años más tarde: “Cada vez que yo veo a un niño o una niña de una orquesta infantil, allí me veo yo. No hay ninguna separación de realidades entre lo que ellos viven y están desarrollando con sus sueños, cantando, tocando y luchando. Yo me siento parte de ellos”.
El director, que apoya los programas de música sobre todo para infantes de escasos recursos como una forma de servicio social, afirmó que es preciso “hacer de la música un derecho humano esencial, que no se vea como algo alejado de nuestra vida cotidiana, sino como parte de nuestro crecimiento como seres humanos”.
Sobre la situación política de su país y su desencuentro con el presidente Nicolás Maduro, quien canceló una gira de la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela por Estados Unidos en respuesta a las críticas del músico a su gobierno, el director se mostró diplomático. Aseguró que a pesar de la situación adversa, está seguro de que el Sistema seguirá adelante, pues “a estas alturas es un emblema de Venezuela. Pero ya trascendió la frontera, ya abarca el mundo entero. Por ello es importante apoyar esta iniciativa”. Advirtió que más de 900 mil niños tienen acceso a la educación musical gracias al trabajo del maestro Abreu, “quien volvió realidad este sueño.
“Hablar de mi país es un tema bastante sensible. El mundo está viviendo una situación caótica, pero yo soy una persona muy esperanzada porque eso fue lo que aprendí. Dentro de la crisis que vivimos, el Sistema es un jardín hermoso que llena a un país de esperanza”.
Para su segunda presentación en Bellas Artes, hoy a las 19:30, la Filarmónica de Viena tocará Obertura para un festival académico y Sinfonía núm.1 en do menor, de Johannes Brahms y el Concierto para flauta KV 314, de Wolfgang Amadeus Mozart, con Walter Auer como solista.
En su tercer y último concierto, el domingo en el Auditorio Nacional a las 18:00, el programa incluirá el adagio de la Sinfonía núm. 10, de Gustav Mahler, y la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz.
Junto con el compositor y director Arturo Márquez, el también director musical y artístico de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, dirigirá el concierto Encuentros México y las Américas unidas a través de la música en el Palacio de Bellas Artes mañana a las 12:30 horas. En él participarán cerca de 300 niños, jóvenes y adultos.
Diversión
La Filarmónica de Viena y Dudamel fueron recibidos en el Palacio de Bellas Artes con un caluroso y prolongado aplauso en su presentación de anoche. Horas antes, Dudamel había confesado que, de niño, a manera de juego, solía conducir a la agrupación mientras escuchaba sus discos, por lo que ahora estar al frente de ella constituye “un sueño hecho realidad”.
El director afirmó que no siente ninguna diferencia entre dirigir una orquesta juvenil o una agrupación legendaria, pues para él toda la música implica diversión, lo que se notó en su trabajo: deleitó al público en la primera parte con el juego de collages musicales de la Sinfonía núm. 2 de Charles Ives, y en la segunda con su profundo encuentro con la Sinfonía núm. 4 de Piotr Ilich Chaikovski, para concluir con el vals de El lago de los cisnes.
El concierto se transmitió en vivo en la pantalla gigante colocada a un costado del Palacio de Bellas Artes, y aunque no hubo mucha gente, el público se mostró cautivado por un director que, a sus 37 años, conserva un aire juvenil contagioso.