Kazuo Ishiguro: otro Nobel de Literatura que hace canciones

Recibió el premio por sus virtudes literarias, pero el escritor británico de origen japonés también ha tenido un romance entrañable con el jazz.

Cuando era joven, Ishiguro quiso ser estrella de rock
Ángel Soto
Ciudad de México /

Después de que se anunció al escritor Kazuo Ishiguro como ganador del Nobel, hubo quien afirmó que el premio regresaba a la pura literatura (rima incluida). No obstante, en los ochenta Ishiguro se estrenó como guionista de televisión —un género que pocos reconocen como literario— y su inventario incluye la autoría de numerosas canciones diseminadas en cuatro discos.

En 1984 firmó el guión televisivo de A Profile of Arthur J. Mason. Tres años más tarde, escribió The Gourmet, también para la pantalla chica.

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En 2003, el realizador canadiense Guy Maddin filmó The Saddest Music in the World, una adaptación de otro guión de Ishiguro que conservó su título y su premisa. En 2005, el mismo año en que publicó la novela Nunca me abandones, se estrenó The White Countness, un drama sobre desplazados ambientado en los años treinta.

[OBJECT]Hasta ahí su romance con el cine, por lo menos hasta ahora, porque los derechos de su novela más reciente, El gigante enterrado, ya fueron adquiridos por el productor Scott Rudin, responsable de películas como El gran Hotel Budapest, Red Social, Steve Jobs y Fences, entre otras.

Aunque ha confesado que en la adolescencia soñaba con ser un rockstar profesional, su idilio musical se ha instalado con holgura en el jazz.

En 2007, la cantante Stacey Kent lo invitó a escribir algunas letras para el disco Breakfast on the Morning Tram (Desayuno en el tranvía matutino), que poco después sería nominado a un Grammy y del que surgieron canciones destinadas a ser clásicos del género, como "The Ice Hotel".

Desde entonces ha cultivado una prolífica relación con Kent y con su esposo, el saxofonista Jim Tomlinson, quien se encarga de la composición musical.

Juntos han colaborado también en los álbumes Dreamer in concert (2011), The Changing Lights (2013) y I Know I Dream: The Orchestral Sessions (2017).

En una entrevista concedida a The Guardian en marzo de 2015, Ishiguro confesó que escribir letras para canciones influyó significativamente en su forma de entender la literatura, porque le mostró las virtudes del narrador en primera persona.

Así que no, el Nobel no regresó sólo a la literatura pura, fue también para el cine y la música.


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