Todos los creadores tienen fantasmas que los acompañan en sus procesos y en algunas ocasiones se notan más que en otras, pero el escritor L. M. Oliveira no imagina la escritura de una novela que no esté llena de las obsesiones del autor, si acaso “lo que se puede hacer es abordarla desde distintos lugares”.
Así lanza su más reciente novela, Por la noche blanca. El sendero de la cocaína (Ediciones B, 2017), la cual, pese al título, no es protagonizada por la droga: es la historia de un joven, Otelo, quien apenas termina la preparatoria porque su padre muere de un infarto, embaraza a su novia y tiene que empezar a ganarse la vida, “y francamente las posibilidades de hacerlo si no tienes estudios son contadas.
“Vivimos en una sociedad que no le abre las puertas a las personas, entonces tiene que seguir una puerta falsa, porque a mí me parece que el narcotráfico lo es”, asegura el también filósofo.
Pero el protagonista es un joven optimista y soñador que se mete en problemas por su sueño de ganar el suficiente dinero para irse con su pareja a vivir al mar. La trama, dice el autor, no es tan pesimista como pareciera, pero la realidad es demasiado dura para ocultarla.
“Podríamos decir que mi personaje es un pez optimista en una pecera llena de porquería. Es que la realidad que vivimos no nos deja mucho espacio para construir historias optimistas, aunque tampoco creo que sea un relato especialmente pesimista. No tiene moraleja en el sentido de ‘no te metas a vender drogas, porque está mal’.
“Al personaje le hubiera podido ir peor, pero no quería hacer un juicio moral contra las drogas; incluso hay poco consumo de ellas dentro de la novela. No se podría decir que sea una historia sobre la cocaína, porque no es cierto”.
CRÍTICA A LA SOCIEDAD
En la historia, la cocaína es una mercancía más que comercia el protagonista, sin darse cuenta cabal de que está metido en un mundo peligroso, difícil y violento. No se trata de una crítica social, sino que más bien refleja el contexto en el que vivimos en la Ciudad de México y “las pocas oportunidades que tienen los jóvenes.
“Vivimos en una sociedad muy injusta, entonces me parece difícil situar a los personajes en la realidad y que esta no aparezca. Hacer una novela donde nada suceda respecto a lo social lo veo complicado, sobre todo si quieres verosimilitud”.
Una de las decisiones de Oliveira fue mostrar las diferentes formas que puede adquirir la violencia en nuestras sociedades, por ejemplo, la de no darle nombre a las mujeres que aparecen en la novela, como “un reflejo de la violencia hacia ellas, esa invisibilización de los individuos, donde las mujeres son la señora de la limpieza, la de la tiendita… Todo es genérico”.
El autor añadió: “Luego está el infierno que vive en el interior de la casa de sus suegros, otro reflejo de los distintos niveles de violencia. Y eso es lo que está sucediendo en nuestra sociedad: la violencia lo ha permeado todo, y no necesariamente se trata de un tema vinculado con el narcotráfico”.
En ese contexto vive un muchacho que, además, es muy inocente; no se trata de alguien que haya sido maleado por las circunstancias, sino que se enfrenta al mundo con un optimismo difícil de lograr. Y ahí está la raíz de la novela.