La forma del agua: ¿a quiénes llamamos monstruos?

Tras cosechar premios como el León de Oro, en el Festival de Venecia, y el Globo de Oro a Mejor Director, la película de Guillermo del Toro se estrena este fin de semana en México.

'La forma del agua' se estrenó en México este fin de semana.
Láurel Miranda
Ciudad de México /

Inspirado en El monstruo de la laguna negra (1954), Guillermo del Toro presenta La forma del agua, una película que en primera instancia podría ser descrita como una historia de amor protagonizada por una mujer muda, que trabaja como empleada de limpieza en un laboratorio, y una criatura acuática con aspecto humanoide que es objeto de estudio por parte del gobierno en dicho espacio.

Sin embargo, el filme del mexicano —que ya ha ganado el León de Oro en el Festival de Venecia y el Globo de Oro al Mejor Director—, permite también una lectura a partir del perfil de sus personajes, que fácilmente podrían ser blanco de los discursos racistas, xenófobos y misóginos en la era Donald Trump.

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En La forma del agua, Del Toro pone en pantalla no a un solo "monstruo". Su protagonista, Elisa (Sally Hawkins), es una mujer que debido a un accidente en la infancia quedó muda, lo cual la lleva a la introversión y a generar lazos con otros sujetos que, como ella, son marginados aunque por otras situaciones. Si bien la relación que destaca es la que establece con la criatura, interpretada por Doug Jones, también está ahí su amistad con Zelda (Octavia Spencer), su compañera de trabajo, una mujer negra que enfrenta discriminación por su raza, y con Giles (Richard Jenkins), un publicista homosexual cuya frustración y soledad se debe en gran parte a la imposibilidad de vivir su sexualidad de manera libre.

Decía Foucault que llamamos monstruos a aquellos individuos que ponen en jaque el orden social, nos inquietan debido a la imposibilidad de nombrarlos, de colocarlos en las categorías previamente establecidas. En La forma del agua, el ente acuático enarbola la figura la monstruosidad, y con él se identifican el resto de personajes marginados.

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Es interesante la forma en que Del Toro construye el vínculo de complicidad que se entreteje entre estos personajes, mientras hacen frente al coronel Strickland (Michael Shannon), que representan el deber ser del hombre blanco estadunidense de los años 60, en tiempos de la Guerra Fría, y que sin embargo no resultará tan ajeno a la audiencia actual, en un contexto en el que grupos conservadores y de extrema derecha elevan con fuerza su discurso de odio contra la raza negra, los extranjeros, las mujeres o la diversidad sexual.

Aunque ambientada en una época real, y con discursos que encuentran eco en el presente, la fantasía en la trama de Del Toro resalta no sólo por la presencia de una imponente y, tal vez para algunos, aterradora criatura, sino también gracias a la música de Alexandre Desplat, el diseño de producción y un manejo de la cámara que permite al espectador contemplar el mundo como si lo hiciera a partir de la óptica de los personajes.

La forma del agua es una muestra más de que los monstruos en el cine de Guillermo del Toro no son las típicas criaturas despiadadas o decididas a acabar con cualquier forma humana; antes bien, nos hacen pensar en la monstruosidad de lo humano, a la vez que nos permiten contemplar la bondad, unión y valor con que ciertos seres pueden abrirse paso en la oscuridad.

@ernestoraymun

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The Shape of Water (La forma del agua)
Guillermo del Toro
Estados Unidos, 2018
123 minutos


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