'Llámame por tu nombre': el deseo y la seducción

El filme con cuatro nominaciones al Oscar, entre ellas Mejor Película y Mejor Actor para Timothée Chalamet, continúa en la cartelera mexicana.

Reseña: 'Llámame por tu nombre': deseo y el juego de la seducción.
Láurel Miranda
Ciudad de México /

Con Llámame por tu nombre, el director Luca Guadagnino entrega una representación cinematográfica del deseo a partir del romance entre Elio (Timothée Chalamet) y Oliver (Armie Hammer), con la que además presenta distintas masculinidades y la forma en que éstas expresan su homosexualidad.

Inspirada en la novela de André Aciman, la película del director Luca Guadagnino nos sitúa en la riviera italiana, en el verano de 1983, para presentarnos el romance entre Elio Perlman, un joven intelectual de 17 años con grandes habilidades musicales, y Oliver, un joven académico de origen estadunidense que, durante el verano en cuestión, se hospeda en la casa de Elio para asistir a su padre, el Sr. Perlman (Michael Stuhlbarg), en una investigación sobre arqueología.

En un ambiente por demás intelectual, en el que los personajes son capaces de hablar tres idiomas —o cuatro, en el caso de la madre de Elio (Amira Casar)—, la historia puede parecer pretenciosa, pero son precisamente estas características de los personajes las que dan verosimilitud a la apertura que la familia de Elio tiene para con la relación que establece con Oliver, un hombre que además es algunos años mayor.

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Si las habilidades de los personajes pueden dar pauta para que la audiencia se distancie del romance entre Elio y Oliver, al ubicarlo en lo que podríamos llamar una burbuja ajena a la realidad de los años 80, no sucede lo mismo con las emociones que ambos expresan. Aunque aborda una relación homosexual, los diálogos, la fotografía o la constante aparición idealizada del cuerpo masculino —la propia figura de los protagonistas, así como esculturas o fotografías— permiten que Llámame por tu nombre ponga el acento en el deseo y el juego de una complicada seducción.

Sin embargo, pienso que esto no impide que Guadagnino reflexione sobre otros temas. Ajena a tópicos como la propagación del sida en la década de los 80 o la lucha por derechos civiles por parte de la comunidad LGBT, Llámame por tu nombre opta por expresar la tensión sexual y de poder entre dos tipos de masculinidades forjadas en contextos distintos, así como sus conflictos morales, el temor a la disciminación o al rechazo del ser deseado.

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Por un lado, Elio, criado en Italia y cobijado por un padre erudito y una madre dedicada a la traducción, nos es propuesto como un personaje que no teme expresar sus emociones, sus ideas y al que parecen no importarle las convenciones sociales de la época en lo que respecta a su sexualidad. Por otro lado, si bien Oliver nos es presentado como un personaje seguro de sí mismo con una gran audacia para seducir, el estudiante de origen americano contrasta con Elio al expresar su orientación homosexual.

Lo que podríamos objetar al director es que, no obstante a colocar en el centro la relación de Elio y Oliver, su película es mucho más explícita en las escenas de sexo heterosexual que al narrar el acto sexual entre Elio y Oliver, que se evita por medio de un movimiento de la cámara que dirige la mirada del espectador hacia una ventana a través de la que se pueden ver las ramas de un árbol meciéndose con el viento de la noche veraniega.

A pesar de ello, con Llámame por tu nombre Guadagnino consigue envolver a la audiencia en un romance idílico que, sin embargo, resulta universal.


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Call Me by Your Name (Llámame por tu nombre)
Luca Guadagnino
Estados Unidos, 2018
132 minutos