“El bien es un manantial para los peores males”: Kohan

El escritor argentino aborda la pedofilia "como una posibilidad de narración y de lugar de lectura".

El escritor argentino Martín Kohan
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

La historia de la más reciente novela del escritor argentino Martín Kohan, Fuera de lugar (Anagrama, 2016), comienza con el relato acerca de un grupo de personas dedicadas a tomar fotografías a adolescentes desnudos, las cuales son vendidas en países de Europa del Este. Luego sigue otros derroteros, en los que reflexiona sobre las reglas de la producción y el consumo.

“En rigor —cuenta el narrador— entro en el tema de la pedofilia porque encontré una posibilidad narrativa que me estaba interesando, una posibilidad de construcción literaria: no es tanto el tema lo que me convocó, ni siquiera pienso la novela en relación al asunto, sino una posibilidad de narración y de lugar de lectura, lo que me motivó a escribir la novela.”

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Lo que más interesaba a Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) era construir una novela sobre lo que llama “el desacople entre lo que el lector ve que está pasando y aquellos que lo están haciendo”, porque los personajes de la novela jamás se cuestionan sus decisiones; incluso, no hay violencia “y eso es lo terrible, que el abuso transcurre sin violencia”.

“No hay monstruos, los personajes no son monstruosos, pero eso es lo terrible… lo que están haciendo es monstruoso, pero ellos no lo son. El lector queda en la posición de ver algo que es un abuso, pero ejecutado por personajes que no consideran que estén abusando.”

En Fuera de lugar, lo que tiene que ver con los niños transcurre en una primera parte y luego se cierra, y la novela viaja en otra dirección, donde aparece temas sobre el consumo o la fascinación que produce, “con la idea de que todo puede volverse mercancía y aquello que deberíamos ver como aberrante se normaliza bajo las reglas de la producción y del consumo”.

Un tema que se aparece de manera recurrente en la novela, a decir de Martín Kohan, es ese punto en el que el mal brota no como lo contrario al bien, “sino a partir de cierto moralismo del bien”, sobre todo porque bajo ciertos formatos de la rigidez moralista, “el bien no es más que un manantial para los peores males”.

“Todo sería mucho más sencillo si solo estuviéramos en una lucha entre el bien y el mal, entre el modo en que el discurso del bien y las exigencias del bien fabrican perversión: pero existe un modo en que ciertos perversos no están entregados al mal, sino que provienen de una rectitud moral irrenunciable.”

El reto al llegar a ese punto, asegura el escritor argentino, es que el lector se quede “desacomodado con respecto a lo que está leyendo”, para lo cual se aleja de una escritura en la que el lector se sienta seguro y fuera de eso, porque no se trataría de una verdadera en cuestión, porque el mundo quedaría puesto en cuestión, no así el lector.

“Traté de escribir la novela de manera tal que el lector mismo se viese descolocado ante lo que está leyendo, perturbado por lo que está leyendo”, en palabras de Martín Kohan.


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