Durante el Adviento, que es el primer periodo del año litúrgico cristiano, los creyentes tienen diversas costumbres y prácticas que giran en torno al nacimiento de Cristo. Una de ellas, que es frecuente en México —aunque no tanto como en los Estados Unidos y otros países de habla inglesa—, es acudir a alguna iglesia o sitio público a escuchar una ejecución del Mesías o, al menos, de su coro más insigne: el celebérrimo “Aleluya” de Händel, el cual hemos adoptado como un canto indisolublemente ligado a la Navidad.
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Por esta fuerte asociación con la temporada navideña, quizá te sorprenda saber que El Mesías, que es el oratorio compuesto por Georg Friedrich Händel del que se desprende el famoso “Aleluya” —o Halleluyah, que significa “¡Alabad a Yahvéh!—, originalmente fue compuesto para ser interpretado durante la Pascua, y que el canto en cuestión no alaba al Creador por el nacimiento de su hijo sino por la resurrección de éste. Pero vayamos por partes.
George Friedrich Händel nació en la ciudad alemana de Halle en 1685; a la edad de 27 años, se estableció definitivamente en Inglaterra, donde moriría en 1759. Fue en el año 1741, a la edad de 56 años, que recibió un encargo por parte de la Charitable Musical Society de Dublín, que terminaría convirtiéndose en El Mesías —o Messiah, en inglés—, un oratorio dividido en tres partes: la primera, sobre el nacimiento de Jesús; la segunda alude a su pasión, muerte, resurrección y ascensión —al final de ésta se interpreta el “Aleluya”—, y la tercera, dedicada a la resurrección de los muertos y la vida en el mundo futuro.
Dicha obra majestuosa se estrenó en Dublín un Viernes Santo, el 13 de abril de 1742, pues originalmente la obra se concibió para ser interpretada durante la Pascua. Tras su éxito en la capital irlandesa, la obra se presentó en Londres al año siguiente. La intención de este tipo de obras, que habitualmente no se interpretaban en iglesias ni en teatros públicos, era la de ofrecer a los creyentes con un “entretenimiento edificante” durante la Cuaresma, y a menudo formaban parte de esfuerzos de caridad, destinando las ganancias obtenidas durante sus interpretaciones a obras de beneficencia en hospitales, orfelinatos y hospicios. Y, de hecho, durante la era victoriana, diversas peregrinaciones tenían Londres como destino con el objetivo de presenciar una interpretación de El Mesías.
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De Inglaterra, la tradición pasó a América: en el siglo XX, coros de iglesia y de aficionados incorporaron el “Aleluya” en su repertorio, y poco a poco su carácter festivo y de alabanza empezó a vincularse con el nacimiento de Jesús, y no con su muerte y resurrección. Así, en diversas ciudades de los Estados Unidos el “Aleluya” empezó a interpretarse en iglesias, teatros y salas de concierto, a menudo en boca de coros religiosos de aficionados, como un modo de atraer al público y, de paso, ofrecer una alabanza musical de acuerdo a su fe.
Otra costumbre que rodea a esta célebre pieza es la de ponerse de pie cuando ésta es cantada; esto lo instituyó el rey Jorge II, quien —se dice— se puso de pie durante una de las primeras interpretaciones del “Aleluya”. Como sea, todo parece indicar que aunque no se trate de una alabanza por el nacimiento de Jesús, la tradición popular seguirá considerándola una pieza infaltable en estas épocas navideñas, como lo demuestra la Royal Choral Society:
FM