Si Pierre Lemaitre fuese Raymond Chandler, dice, nunca se preocuparía por el final de sus libros. El héroe, la atmósfera o la mirada compensarían una trama endeble. Pero el escritor francés asume que él necesita armar historias que culminen de manera impactante.
Si algo aterra al celebrado autor francés es perder al lector: que en medio del libro le asalte la sensación de que resulta irrelevante si continúa o no con la lectura.
Las palabras de Lemaitre (París, 1951) desmitifican el oficio de escritor, quizá fruto de su tardía llegada al Olimpo literario (publicó su primer libro a los 55 años).
Tras ganar en 2013 el Premio Goncourt por Nos vemos allá arriba, publica ahora en español su última obra, Tres días y una vida (Salamandra), con la que regresa a la novela negra con un relato oscuro lleno de culpa y de apocalipsis de andar por casa. Y, por supuesto, con un broche estruendoso e inesperado.
“Fíjate en Chandler: desde el punto de vista de la mecánica policial es pésimo, le daba igual. Un director de cine que adaptaba una novela suya le llamó durante el rodaje para preguntarle: ‘En tu historia, a ese tipo que asesinan, ¿quién lo había matado?’. Y su respuesta fue: ‘Pues no tengo ni idea...’”, cuenta entre risas.
Lemaitre nunca empieza a escribir sin saber de antemano cómo va a acabar: “Mis libros no son tan buenos como para no tener un buen final”, dice, y se declara izquierdista radical aunque sea detestado en los cenáculos literarios de esa izquierda que lo considera “un conductor de camiones”.
¿Piensa Lemaitre en el lector mientras escribe? “Es una pregunta embarazosa. Si digo que sí, parece que solo me preocupo por agradar al lector y darle lo que espera, que soy un demagogo literario. Pero al mismo tiempo solo pienso en él, porque mi trabajo es contar una historia que produzca emociones en quien la lee. Sé lo que quiero provocar y no paro hasta lograrlo”.
Se considera un pésimo lector cuando se está en la escritura de una novela, que es todo el tiempo. Ni su hija de seis años ni su mujer ni mucho menos un libro ajeno, logran penetrar una mente “invadida” por la historia que rumia.
Después de Tres días y una vida ha decidido lanzarse al vacío: prepara la segunda parte de Nos vemos allá arriba, libro que hizo el milagro de poner de acuerdo a la crítica y al común de los mortales—, que titulará Colores del incendio.
El reconocimiento del Goncourt, el galardón más prestigioso de las letras francesas, paralizó durante un semestre a Lemaitre, confrontado a su pesadilla de perder a lectores con su siguiente novela.
“No sabía qué hacer, qué libro tenía que escribir. Se trataba de una cuestión estratégica, porque yo soy un profesional de mi oficio, que es ser novelista y, como todos los profesionales, me preocupo por mi carrera”, se sincera.
Su decisión fue la más lógica: seguir con la obra que había comenzado antes de recibir el premio: “El mismo día que recibí el Goncourt supe que mi próximo libro se llevaría muchos palos. Y se los llevó. No se puede hacer nada, es mecánico”, comenta resignado.
Al final del libro el autor retoma su costumbre de citar en los agradecimientos a los escritores que le han inspirado: de H. G. Wells a Jean-Paul Sartre, de Nathaniel Hawthorne a Umberto Eco.
“La pregunta no es por qué lo hago, sino por qué soy el único que lo hace. Todos los escritores escriben de la misma forma: te viene algo que has leído o escuchado en alguna parte y lo anotas. Yo hago una lista. Sería increíble si todo el mundo lo hiciera, nos llevaría de un autor a otro... sería extraordinario”.