Hace exactamente cien años, el 30 de diciembre de 1916, fue asesinado Grigori Yefimóvich Rasputín en el sótano del palacio Moika de San Petersburgo. Aprovechemos la ocasión para dar un repaso a su vida legendaria y a la verdad histórica de su asesinato.
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Pocos nombres en la historia son capaces de convocar iguales dosis de morbo, estupor y fascinación como Rasputín. Su sola mención es suficiente para entremezclar la realidad, la historia, la fantasía y los poderes místicos, y su sombría figura ha inspirado narraciones extraordinarias, recuentos históricos, películas que explotan su fama y hasta canciones como la de la agrupación setentera Boney M. Pero, ¿quién fue en realidad Rasputín? ¿Realmente fue un hombre santo, un místico sanador o un simple trepador social? Y las circunstancias de su muerte, ¿en verdad fueron tan aparatosas como nos lo han hecho creer?
Grigori Yefimóvich Rasputin nació en 1869 en una villa siberiana llamada Pokrovskoye. Poco hay de relevante en sus primeros años de vida, salvo que contrajo matrimonio con Praskovya Dubrovina, que fue padre de tres hijos —Maria, Dimitri and Varvara— y que trabajó en la granja familiar. A los 23 años ingresó a un monasterio, y aunque nunca tomó los votos, decidió dedicar su vida a la fe cristiana convirtiéndose en un místico errante. Gracias a su fervor religioso y a su increíble carisma personal, llamó la atención de ciertos jerarcas de la Iglesia Ortodoxa rusa; alrededor de 1904 llegó a San Petersburgo, donde conoció a miembros de la familia imperial y, al año siguiente, la princesa Milica de Montenegro lo presentó con el zar Nicolás II y con su esposa, Alexandra. Rasputín causó una gran impresión en la pareja imperial, al grado que muy pronto lo adoptaron como un consejero espiritual; con el tiempo, Grigori sería también un consejero político del zar, lo cual enfureció a la élite de San Petersburgo.
Un hecho clave en el meteórico ascenso de Rasputín en la corte zarista fue la curación del zarévich Alexei, hijo de Nicolás y de Alexandra, el cual sufría de hemofilia; sus supuestas dotes de sanación espiritual siguen hoy siendo motivo de debate: el historiador Douglas Smith atribuye la curación a la profunda confianza que el religioso trasmitía a la zarina, la cual ella tramitió a su hijo, lo cual permitió la curación, mientras que otras fuentes especulan sobre el uso de medicina tradicional —recordemos que Rasputín había crecido en una granja— o hablan de simple y pura suerte. Como haya sido, la recuperación del heredero al trono, así como el clima de secrecía que impuso el místico siberiano en torno al método que usó para conseguirla, ayudaron a cimentar su prestigio como místico sanador y hombre santo.
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Sin embargo, fuera de la corte el comportamiento de Rasputín distaba mucho de la santidad: a menudo se le veía por las calles en estado de ebriedad y se sabía que era un visitante frecuente de prostitutas callejeras y que sostenía relaciones prohibidas con mujeres de la corte. El malestar que generaba su influencia sobre el zar Nicolás II y los rumores de un supuesto romance entre Rasputín y la zarina, lo convirtieron en un personaje indeseable en la corte de San Petersburgo, por lo que muchos deseaban su conveniente desaparición.
Uno de los principales opositores de Rasputín era el príncipe Félix Yussupov, el hombre más rico de Rusia —y, según se dice, el más ocioso— y esposo de la única sobrina del zar, Irina. Por esa razón, junto con un grupo de conspiradores, planeó la muerte del “Monje loco”. Según lo cuenta el propio Yussupov, invitó a Rasputín a su castillo con el pretexto de presentarle a su esposa Irina, quien se encontraba de viaje, y le sirvió un plato con pasteles y numerosas copas de vino, los cuales estaban envenenados con cianuro de potasio; para sorpresa del príncipe, el místico no pareció verse afectado por el veneno, de modo que tomó el revólver del Gran Duque Dimitri y disparó varios tiros contra Rasputín, que “incluso con una bala en el corazón fue levantado de entre los muertos por las fuerzas del mal”. Finalmente, Yussupov y sus secuaces arrojaron el cuerpo de Rasputín a las heladas aguas del río Neva, donde fue encontrado. Según el asesino, la autopsia señalaba que la causa de muerte fue el ahogamiento.
Esta dramática descripción entró a la cultura popular, dotando a Rasputín de un halo de misterio y pintándolo como un ser casi inmortal o de capacidades sobrehumanas. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que ése es el recuento de Yussupov y que éste tenía claras intenciones políticas y el propósito de justificar su execrable acto como una medida necesaria y una lucha del bien contra el mal. En años posteriores, Maria, la hija de Rasputín, escribió que su padre detestaba el azúcar y que jamás hubiera comido un plato de pasteles; de igual modo, aseveró que la autopsia practicada a su padre reveló que la causa del deceso había sido un impacto de bala en el cráneo y no el envenenamiento o el ahogamiento. De modo que lo más probable es que Rasputín, el “Monje loco”, haya sido asesinado de modo cobarde y artero de un simple balazo en la cabeza.
(Este texto tomó información del artículo “The Murder of Rasputin, 100 Years Later”, escrito por Carolyn Harris y publicado en Smithsonian.com)
FM