El 2018 inició con una extendida alarma al reportarse la plaga de ratas descubierta en París, pero el número de estos carroñeros o "súper ratas" sigue creciendo en las principales ciudades del planeta gracias a su resistencia, a su capacidad de sobrevivir a los venenos más potentes y a su adaptación a las circunstancias adversas.
Pero ¿por qué resisten tanto las "súper ratas" y cómo acabar con ellas?, son las preguntas que se hacen las autoridades sanitarias al ver a estas “hábiles maquinarias naturales” tomar, literalmente por asalto, nuestras ciudades. Aquí las respuestas:
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La anatomía
—Reproducción. Las ratas son reproductoras prolíficas, pues el cortejo y copulación ocurren en dos segundos. Una rata hembra puede copular hasta 500 veces con varios machos durante su período de receptividad, el cual dura seis horas y lo experimenta unas 15 veces al año. Un par de ratas pardas pueden engendrar hasta 200 crías y 2 mil descendientes en un año.
—Olfato. Es su mejor sentido. Lo usan para encontrar comida y distinguir a los individuos en un grupo. Las ratas aprenden qué alimentos les pueden gustar oliendo el aliento de otras ratas y este sentido registra la presencia de químicos que indican cambios de estados emocionales en otras ratas.
—Bigotes. Se piensa que son tan sensitivos como las yemas de los dedos de los humanos. Dependen mucho de ellos para andar por el mundo, pues les ayudan a orientarse y equilibrarse. Los usan para encontrar y escoger alimento, cortejar a las parejas y determinar si caben por los huecos.
Ratas invaden los parques de París (Especial)
—Cola. Su principal función es proveer equilibrio y ofrecer estabilidad cuando las ratas se paran en las patas de atrás para tener acceso a nuevas áreas o a comida. También regula la temperatura de su cuerpo, pues la cola cuenta con un abundante suministro de sangre cerca de la superficie.
—Oídos. Las ratas pueden captar ultrasonidos y detectar ruidos de hasta 90 mil hertz, lo que es cuatro veces más alto que un humano y dos veces más que un perro. Además, producen ultrasonidos y se comunican con chirridos, chasquidos y chillidos que no podemos oír.
—Cerebro. Las ratas pueden recordar cómo sortear las complejas redes de alcantarillado y las madrigueras. Son animales sociales que aprenden de los otros, capaces de dejar de lado experiencias propias para copiar la conducta de sus pares.
—Patas. Las ratas pardas son grandes excavadoras y potentes nadadoras. Pueden saltar verticalmente más de 77 cm y horizontalmente 120 cm. Pueden nadar por 72 horas sin parar.
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El papel de los humanos
Los humanos tienen mucho qué ver con la propagación de las ratas. Para comenzar, fuimos nosotros quienes las transportamos de un lugar a otro. Así que adonde quiera que vayamos, ellas irán detrás de nosotros.
[OBJECT]Esto porque las ratas son animales sinúrbicos, es decir especies que prosperan en hábitats urbanos, de manera que se mudan a vivir en pueblos y ciudades, donde hemos creado las condiciones perfectas para su bienestar.
Las ciudades están llenas de lugares cómodos y acogedores en los que las ratas pueden criar a sus familias. Casas, alcantarillas o edificios abandonados les brindan calor y protección. Y a medida que nuestra expansión urbana continúa, estamos creando más hábitats para las ratas.
Cómo las alimentamos
Los humanos botamos toneladas de comida —alimentos altamente calóricos— que termina siendo devorada por las ratas omnívoras. Los abonos orgánicos, los alimentos para aves y la intensificación de la agricultura le proporcionan a las ratas la energía suficiente para crecer como nunca antes.
“Si el hombre desaparece, las súper ratas tomarán su lugar”, dice un exterminador de ratas en el documental (shockumentary) de Morgan Spurlock Rats (2016), que se puede ver en Netflix. Mira aquí el tráiler
Los venenos y “la súper rata”
El mayor impacto que los humanos hemos tenido sobre las ratas se debe al uso de rodenticidas —pesticidas utilizados para matar o eliminar roedores—, pues éste impulsó la expansión de poblaciones de ratas resistentes al veneno, conocidas como “súper ratas”.
Las ratas comen casi cualquier cosa. Inspirados en la manera como hurgan entre la basura para encontrar alimento, hallamos una manera sencilla de controlarlas: mezclar la comida con veneno.
Los raticidas anticoagulantes funcionan después de ser ingeridos al prevenir la coagulación de la sangre, lo que lleva a la muerte. Quizás el más famoso de la “primera generación” de rodenticidas anticoagulantes es la warfarina.
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Lanzado en 1948, este fármaco parecía ideal ya que es inodoro e insípido. Es eficaz cuando se mezcla con alimentos, porque los roedores vuelven una y otra vez a la carnada y se siguen alimentando durante un período de días hasta que una dosis letal se acumula.
No obstante, algunas ratas pueden resistir el efecto del veneno y están sobreviviendo, reproduciéndose y transmitiéndole su resistencia a sus crías.
Para combatir el auge de ratas resistentes al veneno, se lanzó una segunda generación de rodenticida: las súper warfarinas. Tuvieron éxito en un principio, pero ya hay poblaciones de ratas resistentes a esta versión mejorada.
Así como el uso generalizado de antibióticos en los seres humanos está ayudando a crear cepas de “súper bacterias” resistentes, el uso de rodenticidas está creando poblaciones de “súper ratas” resistentes al veneno.
AG