Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron la plataforma que sería la base del Monumento a la Independencia proyectado hace 174 años por el entonces presidente Antonio López de Santa Anna, pero que quedó sólo en un esbozo por las deudas y la violencia que sufría el país.
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En arquitectura, este tipo de bases son llamadas zócalos. Pero en México, el hecho de que la plataforma quedara enterrada bajo el suelo de la que se convertiría en una de las plazas públicas más grandes del mundo cambió la definición de la palabra.
Para los arqueólogos, este fenómeno lingüístico resulta significativo. Su uso se extendió a tal nivel, que, en una de sus acepciones, el Diccionario de la Lengua Española define zócalo como "Plaza principal de una ciudad, especialmente la del Distrito Federal" —hoy Ciudad de México—.
[OBJECT]Desde el pasado 21 de abril, el INAH realiza la supervisión arqueológica del proyecto de rehabilitación de la Plaza de la Constitución, que contempla la sustitución del piso de concreto y la adecuación de la infraestructura peatonal y urbana. Estas labores permiten a los arqueólogos bajar sólo 50 centímetros con respecto a la superficie. Fue así que al acercarse al norte del asta bandera, registraron “la sección de una plataforma de planta circular a escasos 30 centímetros de profundidad, que está rodeada por un patio circular de tres metros de ancho”.
Este espacio estaba delimitado por una banqueta circular de 28 centímetros de altura, la cual tiene accesos al norte y al oriente —alineados con las entradas principales a la Catedral Metropolitana y al Palacio Nacional—, que serviría para instalar una balaustrada.
El basamento fue afectado por una excavación hecha a fines del siglo XX para introducir el asta bandera, de ahí que se encuentra seccionado, no obstante, es probable que la banqueta hubiera contado con accesos hacia los cuatro rumbos cardinales.
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En 1983, durante los trabajos realizados a propósito del proyecto de la Línea 8 del Metro —que iba a cruzar la Plaza de Constitución—, el arqueólogo Fernando Miranda y un gran equipo de colaboradores registraron el basamento, pero no pudo ser explorado en su totalidad debido a la suspensión de las obras, que se obtuvo gracias a la movilización ciudadana y del propio INAH.
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