Tras la trágica muerte de Ricardo Rodríguez en las pruebas del Gran Premio de México, en 1962, La Afición fue el único medio que logró conseguir una fotografía del cuerpo del piloto mexicano sobre el asfalto del entonces Autódromo de la Magdalena Mixhuca.
Pero conseguir dicha instantánea no fue sencillo, publicarla tampoco, pero aquí te mostramos lo que nuestro fotógrafo vivió aquella tarde del 1 de noviembre de 1962, incluyendo una fuerte disputa con el hermano de Ricardo y leyenda del automovilismo, Pedro Rodríguez.
Nota íntegra publicada el 2 de noviembre de 1962 en La Afición.
Nuestro fotógrafo sólo cumplió con su obligación
La fatal noticia conmovió a toda la redacción. Los redactores se congregaron más temprano que nunca reportándose para estar listos por si hacían falta para cumplir una misión especial en tono al trágico accidente que conmovió a México.
Flotaba también aquí un ambiente de tristeza, dentro del trajín que suponía la realización de un trabajo extra, para ofrecer hoy amplia información, porque ante todo tenemos una obligación con los lectores.
El departamento de fotografía tenía en su orden de trabajo para ayer, cumplir en dos turnos las siete horas de entrenamiento, de las 10 a las 17, en el Autódromo.
Y nuestros hombres de la cámara cumplieron debidamente.
El reportero gráfico de LA AFICIÓN era el único que estaba en el Autódromo ya a la hora del fatal accidente. Y cumpliendo con su deber, voló para tomar las fotografías exclusivas del accidente.
Lo mismo habría hecho cualquiera que se precie de ser consciente de su deber en cualquier situación. Audazmente, trepó a la ambulancia que condujo el cuerpo de Ricardo Rodríguez –siempre pensando en traernos la mejor información gráfica- e imprimió placas también ahí.
Posteriormente cuando la dolorosa muerte de Ricardo hizo crisis en su hermano Pedro, en un momento de ofuscamiento muy lógico y humano que comprendemos perfectamente, intentó quitar a nuestro fotógrafo la cámara con la que había tomado las fotos porque no quería que fueran publicadas, llegando a amenazarlo seriamente.
El fotógrafo de LA AFICIÓN que, por razones obvias preferimos no dar su nombre, tuvo que portarse también a la altura de las circunstancias, guardando celosamente la cámara para entregarla en la redacción, cumpliendo enteramente con su deber, particularmente por ser el único que tenía la información gráfica que, incluso, resulta un documento para la historia del automovilismo.
A veces resulta tremendamente amargo cumplir con el deber, cuando se trabaja en un periódico. Esta es una de esas ocasiones. ¡Qué más quisiéramos que Ricardo Rodríguez hubiera salido con bien del accidente! ¡Que no hubiera ocurrido incluso! Es amargo cumplir con la obligación ¡Pero hay que hacerlo!
Esperemos que Pedro, sus papás, sus amigos, todos, comprendan que estamos cumpliendo con nuestro deber.
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