Steve Jobs, cofundador de Apple, era propenso a la exageración, pero su elogio para el iPhone cuando lo lanzó hace 10 años fue preciso: “De vez en cuando llega un producto revolucionario y lo cambia todo”. En ese entonces, Google era solamente un motor de búsquedas de internet, pero uno de sus descendientes esta semana dio a conocer sus planes de hacer una plataforma completa de software y hardware para coches sin conductor.
Sin la revolución del iPhone es difícil imaginar una compañía de tecnología que entre a la industria del transporte, o que diseñe un dispositivo que pueda dirigir automóviles mientras recibe y transmite flujos de datos. Durante mucho tiempo, Jobs era una voz solitaria en el desierto al predicar el poder de la unificación del hardware y el software, mientras que Microsoft ganó una fortuna al dominar solamente el software. Incluso no predijo el potencial de integrar todo, desde el software y el hardware móvil hasta el almacenamiento de datos y la inteligencia artificial.
Sin embargo, este es su legado: la compañía de tecnología omnisciente. Era difícil imaginar en 2007 lo que podría valer una empresa como esa. Solo Microsoft se encontraba entre las 10 compañías más valiosas del mundo, no Amazon, Apple, Facebook o Google. Esta última se ubicaba en el lugar 51 del FT Global 500 en el primer trimestre de 2007; Apple ocupaba el lugar 85, Amazon no alcanzaba a entrar en la lista y Facebook todavía estaba a cinco años de su oferta pública inicial.
Estas cinco empresas, con Google ahora con el nuevo nombre de Alphabet, se encuentran ahora en las 10 más importantes. La tecnología de la información se convirtió en la fuente dominante de valor corporativo, desplazó a las finanzas, las telecomunicaciones y la energía. “El dominio de datos es como el motor de vapor de nuestra era”, dice Annabelle Gawer, profesora de economía digital de la Universidad de Surrey. Su impacto en otras industrias es evidentemente en el transporte. La fabricación de coches alguna vez se integró verticalmente: Henry Ford controlaba las materias primas que entraban en sus coches junto con el ensamblado y la distribución. Desde entonces, el panorama de la industria se redujo, y la tecnología lo desmantela constantemente.
Waymo, la compañía para coches sin conductor de Alphabet, esta semana presentó sus nuevos sensores en las minivans de Chrysler: Sergio Marchionne, director ejecutivo de Fiat Chrysler, no cree que las automotrices deban tratar de superar a las empresas de tecnología en su propio juego. Ford permite que Amazon coloque a Alexa, el software de inteligencia artificial que alimenta al asistente del hogar, Echo, en los coches Ford.
El impacto también es claro en el comercio minorista. El implacable ascenso de la capitalización de mercado de Amazon que creció de 16 mil millones de dólares en la época en el que se lanzó el iPhone a 380 mil millones presiona a las tiendas minoristas físicas. Sears y Macy’s, las cadenas estadunidenses minoristas, dieron a conocer más cierres de tiendas la semana pasada: las dos empresas realizaron inversiones en tecnología para aumentar las ventas en línea, pero batallan para derrotar a Amazon.
La nueva clase de empresas de tecnología tiene tres ventajas competitivas (dejando de lado el arbitraje fiscal y regulatorio).
En primer lugar, está la escala: emplean a miles de ingenieros y operan redes de torres de servidores, y en el caso de Amazon, almacenes minoristas que los rivales más pequeños no pueden igualar.
En segundo lugar, de manera menos tradicional, explotan los efectos de las redes. Independientemente de cuántas personas compran Ford, sus coches funcionan igual. Esto no es cierto en el motor de búsqueda de Google o la red social de Facebook ni en las aplicaciones de mensajes. Mientras más usuarios acumulan, más datos pueden recolectar y se convierten en un mejor servicio. Crea un círculo virtuoso.
Finalmente, se integran verticalmente, la estrategia que Jobs llevó a Apple. Fabrican hardware, desde el iPhone de Apple y el Pixel de Google hasta Echo de Amazon, y encuentran nuevas formas de colocar sensores en otros dispositivos, como los coches sin conductor. Mediante el análisis de los datos que capturan, pueden desarrollar productos personalizados para cada usuario. Esto plantea la pregunta de si este gran poder se debe frenar. Su manejo de datos se tiene que regular ya que se abusa de él fácilmente, se necesitan mecanismos de protección, como el esfuerzo de Waymo para evitar que se puedan hackear los vehículos.
¿Ya son tan dominantes que las autoridades antimonopolio deberían dividirlas? Todavía no, creo. Es fácil olvidar que comenzaron a surgir apenas hace una década. Su historia aún se está creando: la tecnología de Waymo aún está en desarrollo y el éxito de Amazon con Echo solo compensa parcialmente su fracaso con el teléfono Fire. Silicon Valley está lleno de empresas que alguna vez parecían poderosas, pero después se tropezaron, incluyendo Yahoo. En una década más, las cosas pueden ser diferentes: Tal vez pierdan enfoque tratando de imitar las fortalezas de los demás, como a menudo hacen los conglomerados.