México vibra al ritmo de los 15 años de Rubí. Todos hablamos de ella, de sus papás y de su rancho.
Y cuando le digo todos, somos todos, desde el político y el empresario hasta los hombres y las mujeres más humildes pasando por los intelectuales, los científicos y las más caras estrellas del espectáculo.
¿Por qué? Llevo días escuchando cualquier cantidad de hipótesis sobre lo dañados que estamos al perder el tiempo con esta muchacha en lugar de atender nuestros grandes problemas nacionales.
Los “expertos” que no hablan de nuestra estupidez o de nuestro mal gusto hablan de estrategias macabras para “distraer” a la opinión pública de situaciones “terribles” que todos deberíamos combatir.
¿Qué está pasando aquí? ¿Será posible que estemos tan ciegos?
México vibra al ritmo de los 15 años de Rubí porque ésta es una historia hermosa, positiva y aspiracional que nos remite a nuestros más entrañables valores familiares.
Observamos el video del papá de Rubí invitando a sus amigos a esa fiesta tan de verdad, que no podemos dejar de reaccionar.
Algo se nos mueve en nuestro interior, nos involucra, nos emociona, nos enternece, nos da risa, nos sorprende, nos ilusiona, nos da poder.
¡Es precioso! Como con las telenovelas de antes.
Todos hablamos de este evento porque ya casi no tenemos cuestiones así y porque todos manejamos sus códigos.
Todos hemos tenido, hemos sido o hemos conocido a un papá como el de Rubí. Lo mismo pasa con su mamá. Con ella misma.
Todos, de una manera u otra, hemos salido de un rancho, hemos conocido esas fiestas, hemos visto o hemos participado en una “chiva”.
Y si no, alucinamos con los pocos o con los muchos referentes que tenemos de familias, de fiestas y hasta de chivas de verdad.
Los 15 años de Rubí son el fenómeno que son porque no tienen truco, son transparentes y eso, por vergonzoso que suene, los convierte en un acontecimiento exótico en la oscura realidad de hoy.
¿Cuál es la nota? Que México se está divirtiendo con una historia blanca, honesta, entrañable y familiar, y esto nos tiene que servir a todos de reflexión.
Los mexicanos no somos ni malos ni tontos por convertir los 15 años de esta niña en el gran evento de la temporada.
Al contrario, eso demuestra que somos buenos, que tenemos valores, que tenemos esperanza.
Y no, no somos tontos porque no hay nada más inteligente que el amor que existe entre padre e hijos.
Ahí está nuestra esencia como humanidad, como especie.
¿Por qué tenemos que ensuciarlo todo? ¿Por qué no, simplemente, lo gozamos?
Yo prefiero ver a una familia mexicana orgullosa porque su hija va a cumplir 15 años, a verla devastada por la migración, la injusticia o el delito.
Yo prefiero ver a mi país “distraído” con esto a verlo embruteciéndose con otros temas.
Ojalá que este fenómeno le sirva de lección a muchos creadores de contenidos que a la hora de los trancazos apuestan por el narco, el sexo y la violencia en lugar de apostar por la familia.
Solo espero que esto no se prostituya porque tal y como usted ha visto, en los últimos días más de un oportunista se ha estado colgando de esta historia para hacer su agosto y eso sí que no se vale. ¿O usted qué opina?
¡atrévase a opinar!
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