La agonía de nuestro barrio chino

  • Carta de Esmógico City
  • José de la Colina

México /

Sin presumir de ser un gran globetrotter, es decir, un “trotamundos”, el cronista, que recuerda o sueña haber turisteado en los famosos chinatowns de Londres, San Francisco, Nueva York, y en los del quartier chinois de París, no se considera acomplejado por ser un mayor frecuentador del que tal vez sea el más pequeño barrio chino de todo el mundo: el de Esmógico City, que ocupa un solo tramo de la calle Dolores, entre la de Artículo 123 y la avenida Independencia. Allí, en los muchos restaurantes de una barroquísima decoración interior (algo abrumadora, si todo hay que decirlo), el cronista muchas veces ha satisfecho su apetito, y a veces ha deleitado su paladar al punto de querer tamborilear en los platos… con los llamados palitos chinos precisamente. Pero el cronista ha sentido una gran pesadumbre al saber que esa pequeña chinatown esmogicana está yéndose a la ruina porque, según un artículo leído en La Jornada, lo abruman una serie de males sucintamente inscritos en este párrafo:

“El incremento de vendedores ambulantes, la inseguridad, las personas en situación de calle y la falta de señalizaciones han provocado la caída hasta de 60 por ciento en las ventas de algunos de sus cuarenta y nueve negocios, así como el cierre de algunos, como el restaurante Shanghái —en febrero pasado—, uno de los sitios más emblemáticos y de los mejores lugares para comer, de acuerdo con visitantes, y la tienda de artesanías Little China”.

La tal Little China es una de las tienditas de chinoserie que también hay en el rumbo y en las que a bajo precio se pueden adquirir abanicos, faroles de papel y biombos y calendarios y vajilla con paisajes (de China o de una China soñada), y caleidoscopios, anteojos, telescopios, binoculares, palitos chinos de madera, de marfil y de plástico (en imitación del marfil), etcétera, etc. Y también esos pequeños comercios están sufriendo la agonía comercial del barrio chino capitalino, donde, por si algo le faltara en la agonía, empiezan a pulular los asaltantes, como en casi todos los barrios del ya histérico Centro Histórico.

Y el cronista, que no es un fan de lo exotérico ni de lo folclórico, pero que es favorable a la abigarrada diversidad del mundo, confiesa que le entristece la agonía de un barrio donde el popular chop suey puede ser un plato de emperadores... y de emperatrices, por supuesto.

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