No pude evitar pegar un grito de entre placer, incredulidad y carcajada al escuchar a Hillary Clinton aventarle el tema de Alicia Machado, Miss Universo, a Donald Trump durante el primer debate presidencial.
Pocos minutos después pude ver en diferentes espacios que Alicia y Hillary claramente lo que están haciendo para seguir con la muy atinada denuncia de la evidente misoginia (una raya más del tigre) del candidato republicano y quedó más que claro que lo que nos había prometido Alicia hace meses no era una exageración. Dijo que no solo que se involucraría en la campaña, sino que ayudaría a Hillary a ganar contra el hombre que tanto la había tratado de humillar, cuando ella fue coronada como la mujer más bella del mundo a sus 18 años y tuvo el terrible atrevimiento de subir de peso.
Hay que admitirlo, el valor de la Machado, en su momento, fue memorable. Aunque se tomó simplemente como materia de tabloide y chisme en esos tiempos, el hecho es que se defendió de uno de los hombres que más ama demandar y amenazar al mundo entero. Lo hizo con rigor y nunca dio un paso atrás. Nadie pudo haber soñado que todo esto podría tener implicaciones en la política de Estados Unidos y el resto del planeta.
Luego Alicia se volvió estrella de telenovelas, hizo locura y media en los Big Brothers del mundo y pareció difuminarse en esa extraña nube de las escandalosas de la farándula, pero ella siempre fue mucho más que eso.
Es una mujer que rompió los esquemas que, en efecto, tienen a las mujeres del mundo estereotipadas y limitadas. Particularmente en los medios de comunicación. En especial cuando hombres como Trump están a cargo.
Puedo entender que si te contratas como reina de belleza y tu apariencia cambia puede haber un problema contractual. ¿Pero que el patrón te diga Miss Piggy? ¿Señorita servicio domestico? Eso habla explícitamente de los valores de ese hombre y su organización. De cómo ve a la mujer (y a los latinos) y el uso que tienen para él en la sociedad.
Pues el martes, al día siguiente del debate, Trump —candidato— no solo no reconoció que hay un verdadero problema en su trato a las mujeres. Defendió sus acciones de cuando era dueño de Miss Universo (que, recordarán, tuvo que vender cuando empezó a espetar los primeros horrores de su campaña).
En el debate se aventó varias joyas más, algunas más sutiles que “Miss Piggy”, pero mucho más significativas. Le dijo a Hillary que no se había portado “linda” con él. Ya quiero ver que le dijera eso a algún hombre. Bueno, a uno blanco, con dinero, nacido en Estados Unidos y protestante. Porque los demás también son despreciables, según estos estándares.
La cosa es que Alicia cumplió y la protagonista de Lo imperdonable y gran vendedora televisiva de yogur, se volvió punto clave de esta campaña tal y como lo había prometido. Y no por un ridículo escándalo, sino por defenderse de un poderoso patán con todas sus fuerzas. ¡Bravo, Alicia!
¿En serio?
¿El famoso Cowboy desnudo de Nueva York decidió que lo que tenía que hacer para conmemorar el debate era ir a bailotear a la Trump Tower con el nombre del candidato en su trasero?
susana.moscatel@milenio.com