El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, mantiene su tesis de que el sistema electoral está amañado, argumenta que hay fraude en el registro de votantes y que los medios están en su contra, por lo que en el debate de este miércoles se negó a confirmar si aceptará los resultados del 8 de noviembre.
Pese a que su hija Ivanka y su compañero de fórmula, Mike Pence, habían asegurado horas antes que el magnate abrazaría cualquiera que fuese el resultado de los comicios presidenciales, Trump contradijo a ambos durante el último cara a cara presidencial celebrado en Las Vegas, y ayer volvió a insistir en que los aceptará, pero “si gana”.
En los días previos, el multimillonario citó varias razones por las que considera que el sistema electoral estadunidense es fraudulento y está preparado para una eventual victoria de su rival, la demócrata Hillary Clinton.
El magnate asegura que alrededor de 24 millones de votantes hicieron sus registros de manera inexacta, aludiendo a casos de traslados de domicilio y, por ello, de estado, o se trata de electores ya fallecidos.
“Más de 1.8 millones de personas fallecidas ahora mismo se enumeran como votantes. Oh, eso es maravilloso. Pues bien, van a votar por mí, vamos a pensar en ello, ¿verdad? Pero tengo la sensación de que no van a votar por mí. De los 1.8 millones, 1.8 millones votarán por otra persona”, aseguró Trump en uno de sus mítines recientes sin mencionar a su rival demócrata.
Trump insistió en que se trataba de gente que había muerto hasta 10 años atrás, citando un estudio del prestigioso centro Pew Research que sin embargo no encontró pruebas de que alguien hubiera utilizado esos registros para votar en nombre de los muertos.
Mientras, numerosos informes apuntan a que dicho fraude electoral vinculado a personas fallecidas es inexistente, según indica la página web FactCheck, dedicada a la comprobación de datos.
Otro de sus argumentos para explicar que las elecciones están “amañadas” es que los inmigrantes indocumentados votan.
Trump citó un artículo de 2014 del diario The Washington Post titulado “¿Podrían los no ciudadanos decidir las elecciones de noviembre?”, obra de los profesores de la Universidad Old Dominion, de Virginia, Jesse Richman y David Earnest sobre un estudio propio que terminó siendo muy controvertido.
El estudio, además de referirse a no ciudadanos y no a indocumentados, como dice Trump, utilizó datos de 2008 y 2010 que luego tuvieron que ser actualizados por error en la muestra.
En la columna de octubre de 2014, los investigadores compartieron sus conclusiones basadas en los resultados de 339 encuestados que no eran ciudadanos en 2008 y 489 en 2010.
Con estos números, apunta hoy el Post, el estudio halló que 64% de los no ciudadanos votaron en 2008 y 2.2% real era demasiado pequeña: solo 21 votantes en 2008 y ocho en 2010, cuyo porcentaje se extrapoló de manera exagerada al resto del país.
Además, al final se concluyó que todos los casos de no ciudadanos que aparecían como votantes, en realidad eran ciudadanos que habían sido clasificados erróneamente.
Por último, en términos generales, Trump ha asegurado que existe un “fraude electoral muy, muy común”, y ha pedido a las autoridades que se paseen por los centros de votación haciéndose pasar por ciudadanos de a pie para comprobar que hay muchas personas que votan en varias ocasiones en distintos centros de votación.
Pero esta afirmación también la tumban las compañías encargadas de contrastar datos y estudios, ya que numerosos informes académicos e investigaciones gubernamentales han descubierto que el fraude electoral en persona es muy raro.
“Los mejores datos que pueden reunirse para evaluar la magnitud del supuesto problema de fraude electoral son que, aunque millones de personas votan todos los años, casi nadie a sabiendas y deliberadamente arroja una votación ilegal en Estados Unidos hoy en día”, escribe la experta Lorena Minnite en su libro, El mito del fraude electoral.
Así, el magnate ha echado mano de esos mitos que circulan sobre las posibles manipulaciones electorales pero que los expertos coinciden en desmentir, algo que no obstante no le disuade de seguir empeñándose en que el sistema estadunidense es fraudulento.
La propia fiscal General, Loretta Lynch, calificó ayer desde Roma como “especulaciones” las alegaciones de Trump e insistió en que “el sistema electoral estadunidense es seguro”.