Los roces de Donald Trump con aliados tan cercanos como México y tan obsequiosos como Australia dejan a su nuevo secretario de Estado y a otros funcionarios del gabinete con la tarea de reparar los daños potenciales. Es una dinámica de policía bueno y policía malo que podría definir la política exterior estadunidense para los próximos cuatro años.
Las primeras dos semanas del presidente Trump en el cargo han hecho perder la calma a aliados y enemigos extranjeros por igual —e incluso a miembros de su propio partido-, empezando con su orden de suspender temporalmente el ingreso de refugiados a Estados Unidos y detener la inmigración de siete países de mayoría musulmana.
Las preocupaciones aumentaron durante los últimos días debido a sus disputas personales con líderes extranjeros y la declaración de que Irán está ahora "sobre aviso" de posibles acciones estadunidenses.
"Es hora de que seamos un poco duros, amigos", declaró Trump el jueves en un evento llamado National Prayer Breakfast (Desayuno Nacional de Oración), luego de que surgieron detalles indecorosos sobre sus llamadas telefónicas privadas con los mandatarios de México y Australia. "Prácticamente todas las naciones del mundo se aprovechan de nosotros. Ya no va a suceder".
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Trump hizo sus terminantes declaraciones un día después de que se diera a conocer una tensa discusión con el primer ministro australiano Malcom Turnbull, en la que el nuevo presidente estadunidense arremetió contra un acuerdo de la era de Barack Obama que enviaría a Estados Unidos a cerca de mil 600 solicitantes de asilo.
La disfunción diplomática fue evidente. Minutos después de que la embajada de Estados Unidos en Canberra asegurara que el acuerdo seguía en pie, Trump pareció contradecir ese mensaje al tuitear: "¡Yo revisaré este absurdo acuerdo!".
También surgieron nuevos detalles sobre los tensos lazos entre Estados Unidos y su vecino del sur. Había enfado de ambas partes de antemano por la cancelación de una visita del presidente Enrique Peña Nieto a Washington luego de que Trump afirmara que la reunión dependía de que México accediera a pagar por el muro fronterizo que él desea construir.
En una llamada telefónica subsecuente, Trump le advirtió a Peña Nieto que estaba dispuesto a enviar tropas estadunidenses para frenar a los "bad hombres allá" si el ejército mexicano no puede controlarlos, según se enteró The Associated Press. La Casa Blanca señaló que los comentarios fueron hechos de manera "desenfadada". Pero funcionarios del gobierno describieron las llamadas a ambos líderes como ríspidas.
Algunos altos asesores subrayan el énfasis de Trump en la dureza y en negociaciones más fuertes, temas dominantes de su política exterior de "Estados Unidos primero".
En las Naciones Unidas, la embajadora de Trump ante la ONU, Nikki Haley, dijo que Estados Unidos "hará una lista" de los países que "no nos apoyan". Su asesor en seguridad nacional, Michael Flynn, realizó una visita sorpresiva a la sesión informativa diaria en la Casa Blanca para poner "oficialmente" a Irán "sobre aviso" después de su prueba de un misil balístico. Trump amplió las declaraciones de Flynn el jueves al indicar que "nada está descartado" cuando se trata de una potencial respuesta estadunidense.
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Pero los altos diplomáticos del mandatario están mostrando tonos notablemente más afables.
Rex Tillerson, en su primer día como secretario de Estado, reconoció implícitamente en un discurso para el personal diplomático que muchos de ellos se oponen a algunas posturas de Trump. Sin criticarlos, exhortó a la unidad.
"La honestidad será la base de nuestra política exterior, y empezaremos haciéndola la base de la forma como interactuamos unos con otros", afirmó. "Primero que nada somos seres humanos".
El ex director general de Exxon Mobil ofreció una rama de olivo a cientos de diplomáticos que firmaron un "cable de disensión" en el que expresaron su oposición al decreto de Trump sobre la inmigración y los refugiados. "Cada uno de nosotros tiene derecho a expresar sus creencias políticas", dijo Tillerson.
Aunque señaló que la campaña electoral fue muy competida, hizo énfasis en que "no podemos dejar que nuestras convicciones personales obstruyan nuestra capacidad de trabajar como equipo".
El secretario de Defensa, Jim Mattis, buscó proyectar el jueves el mismo sentimiento a nivel internacional en Corea del Sur, su primer viaje oficial al extranjero. Dijo que el mensaje del mandatario era "acerca de la prioridad que le damos a esta alianza entre nuestras dos naciones", un intento de tranquilizar a un aliado que se sintió desconcertado por Trump cuando era candidato y dijo que el país asiático debería asumir mayor responsabilidad en su propia defensa.
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Aunque el presidente impulsa la política exterior desde la Casa Blanca, parece estar encargándole a sus altos funcionarios del gabinete la responsabilidad de asegurarse de atemperar sus palabras. También parecen estar respondiendo las preguntas de los aliados sobre el lenguaje atrevido del mandatario y tratando de aclarar las verdaderas posiciones estadunidenses que están detrás de esa retórica.
A pesar de que Tillerson carece de experiencia como diplomático, en su audiencia de confirmación en el Senado se mostró como un estratega juicioso, con puntos de vista en política exterior que coinciden con los de la dirigencia republicana. Pasó su primer día en el trabajo reuniéndose con el rey Abdalá II de Jordania y con el secretario de relaciones exterior alemán Sigmar Gabriel.
Para muchos de los partidarios de Trump, cada nuevo tuit antagónico, declaración o decreto han sido una demostración renovada de que él pretende cambiar el estilo de llevar la política exterior y cumplir su promesa de poner a "Estados Unidos primero". Argumentan que está reafirmando la fortaleza estadunidense tras la debilidad del gobierno de Obama.
Luego de que ganó la presidencia, Trump rápidamente hizo enojar a China —uno de los principales rivales políticos y económicos de Estados Unidos— al llamarle por teléfono a la presidenta de Taiwán, con lo cual violó una añeja política estadunidense al respecto.
La primera reunión de Trump con un líder extranjero —la primera ministra británica Theresa May la semana pasada— fue un momento positivo en su debut diplomático. Pero su decreto sobre la inmigración hizo que miles de manifestantes salieran a las calles de Londres y la calificaran de "Theresa la mansa". Luego el canciller Boris Johnson dijo que la orden de Trump es "divisiva, discriminatoria y equivocada".
Las advertencias del mandatario a Irán generaron una respuesta más hostil de Teherán el jueves.
"No es la primera vez que una persona ingenua de Estados Unidos amenaza a Irán", dijo Alí-Akbar Velayati, asesor en política exterior del ayatolá Alí Khamenei, el líder supremo iraní. De acuerdo con la agencia noticiosa estatal IRNA, Velayati dijo: "Estados Unidos será el que perderá al final".
Mientras tanto, recayó sobre el senador John McCain, un republicano de línea dura, limar las asperezas en las relaciones con Australia. McCain dijo que le llamó por teléfono al embajador australiano con el fin de afirmar "el respaldo inquebrantable a la alianza entre Estados Unidos y Australia".
AER