Aunque Hillary Clinton y Donald Trump acaparan la atención en las elecciones de pasado mañana, otra áspera batalla se libra en el Congreso estadunidense, donde el Senado podría retornar a manos del Partido Demócrata.
En la actualidad, las dos cámaras —la del Senado y la de los Representantes— están en poder del Partido Republicano y por ello, la disputa por el control del Capitolio es fundamental para garantizar la estabilidad del nuevo presidente... o para obstaculizar su acción.
En esta elección, se renovará la totalidad de la Cámara de Representantes: las 435 bancas de los legisladores y también los seis representantes territoriales sin derecho a voto.
Los republicanos, que en la actualidad poseen 246 escaños, deberán mantener la mayoría, según sondeos.
En tanto, en el Senado estarán en juego 34 curules de las 100 que lo componen, y es justo en la Cámara alta los demócratas tienen excelentes posibilidades de recuperar la mayoría que perdieron en 2014.
En caso de que Clinton gane, la conquista del Senado es considerada fundamental, no solo para restablecer el equilibrio con el control republicano en la Cámara baja, sino también porque los empates en el Senado son quebrados con el voto del vicepresidente de EU.
En este escenario, la clave para los aspirantes republicanos a una banca del Senado es hasta qué punto deben mantener su campaña ligada a la de Trump, o hasta qué punto se pueden beneficiar de mantener una distancia saludable del millonario candidato.
“En algunos casos, mantener la distancia con Trump puede permitir la victoria a republicanos que disputan campañas muy ajustadas”, afirma Gary Nordlinger, profesor de política de la Universidad George Washington.
“Pero es un arma de doble filo. Trump es muy popular en su base electoral, de forma que alejarse de Trump puede significar también alejarse de esa base electoral”, añade.
Por eso hay consenso de que la aspiración de los republicanos de mantener el control del Senado está en problemas.
El analista Nate Silver, quien tiene una sólida reputación en anticipar resultados, estimó en el blog de política FiveThirtyEight que los demócratas tienen 65% de posibilidades de ganar el Senado. Un estudio del Cook Political Report estimó que los demócratas deberán obtener entre cinco y siete nuevas bancas en el Senado.
Los sondeos indican que posiblemente las bancas de Illinois y Wisconsin pasarán a ser demócratas. Los republicanos también están en situación vulnerable en Nuevo Hampshire, Carolina del Norte y Pensilvania, además de librar ajustadísimas disputas en Florida e Indiana.
En respuesta, la campaña de Clinton parece estar lista para el desafío, y por eso se concentra claramente en regiones donde la batalla por la banca del Senado parece más apretada.
En cambio, la Cámara de Representantes es claramente una verdadera trinchera de los republicanos.
El presidente de la Cámara, Paul Ryan, es el republicano con el más alto cargo electivo y mantiene una tormentosa relación con Trump, al punto que anunció públicamente que no apoya su candidatura a la Casa Blanca.
Para enfado de Trump, Ryan dijo que en esta campaña se concentraría en hacer que los republicanos mantengan la mayoría de la Cámara baja.
Y sin embargo, los demócratas confían en poder corroer la mayoría republicana, arrebatándole 10 o 20 bancas.
El Centro de Política de la Universidad de Virginia estima que los demócratas podrían obtener entre 10 y 15 nuevas bancas. Eso será insuficiente para conquistar la Cámara de Representantes, pero reduce el espacio de maniobra de la mayoría republicana.