A medida que los directivos de las automotrices del mundo se reúnen en Detroit para la principal feria del automóvil de Estados Unidos, que se inauguró ayer, la pregunta que todas tienen en mente es qué se podrá hacer con Donald Trump.
El próximo presidente estadunidense arremetió en repetidas ocasiones contra las empresas que utilizan a México para fabricar coches para el mercado de EU, incluida una serie de tuits sobre el Chevrolet Cruze de General Motors y los planes de Toyota para construir una planta al sur de la frontera.
Pero la semana pasada, tres grandes automotrices le respondieron a Trump de forma marcadamente diferente: Ford abandonó los planes de construir una planta de mil 600 millones de dólares en México, mientras que GM y Toyota informaron al presidente electo de manera cortés que no cambiarían sus planes. Muchas automotrices más que fabrican en México se preparan para tener sus propios encuentros con Trump y empiezan a pensar sobre cómo van a responder.
Carlos Ghosn, director ejecutivo de RenaultNissan, dijo a Financial Times la semana pasada que las automotrices examinan detenidamente los comentarios de Trump y esperan para que él establezca reglas claras para que las sigan ellos. “Todo el mundo presta atención”, dijo. “Todos estamos en el mismo barco”. La industria automotriz de México se disparó en las últimas dos décadas gracias al acceso sin restricciones al mercado estadunidense bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), un tratado que Trump prometió renegociar como parte de sus compromisos de campaña para llevar de nuevo empleos a Estados Unidos.
Alrededor de 82 por ciento de los 2.7 millones de vehículos que exportó México tuvieron como destino EU en 2015. Casi todos los fabricantes de automóviles que venden en Estados Unidos operan plantas en México debido a su base de bajo costo, desde Ford y Chrysler hasta Nissan, Volkswagen y Honda.
Varios fabricantes, entre ellos BMW, Daimler y Kia, construyen nuevas capacidades en el país. Los altos ejecutivos de todos los fabricantes asistirán al Salón del Automóvil Internacional de Norteamérica la próxima semana, una de las pocas veces en el año en el que se congregan bajo un mismo techo los ejecutivos nómadas de la industria.
Si bien el propósito aparente de la feria es mostrar los últimos avances en tecnología eléctrica, de autoconducción o conectada, es poco probable que en esta ocasión los vehículos sean el foco principal. La “cuestión Trump” será el “principal” tema de discusión en la feria, sugiere Chris McNally, analista de la industria automotriz de Evercore ISI, a lo cual le seguirán preguntas sobre si el ciclo automotriz en Estados Unidos llegó a su punto máximo y las nuevas tecnologías. Espera que los fabricantes de automóviles traten de congraciarse con el presidente entrante al dar a conocer como concesión a Trump decisiones de inversión que de todas formas harían. “Cada vez que hacen algo, incluso si lo iban a hacer de todos modos, lo van a anunciar”, dijo. “Será un caso de lo haces, lo muestras y Trump lo toma en cuenta”.
Si bien el comportamiento de Trump ha sido poco común para un político estadunidense, los analistas dicen que la industria tiene mucha experiencia con gobiernos que combinan un enfoque centralizado de arriba hacia abajo con amenazas de imponer sanciones a los que no fabrican dentro de sus fronteras.
Los fabricantes de automóviles que tienen operaciones en China deben trabajar con una compañía local y acordar la construcción de plantas en el país en los lugares exactos que determinan los funcionarios del gobierno.
Las empresas globales lo aceptan de manera rutinaria con el fin de ganar acceso al mercado más grande del mundo, y uno de los de mayor crecimiento.
Los tuits en los que Trump les advierte a las empresas no fabricar vehículos en México que tengan como destino el mercado estadunidense generan comparaciones con ese enfoque.
“Sin duda hay paralelismos”, dijo Robin Zhum, analista de Bernstein en Hong Kong que cubre la industria automotriz de China. “Su enfoque puede parecer disperso, pero Trump hace esto como una cuestión de política”.
Los analistas dicen que el ejemplo de China demuestra que los fabricantes de automóviles pueden lidiar con las restricciones de gobierno siempre y cuando las reglas sean claras.
“Estas son empresas multinacionales muy inteligentes que están acostumbradas a los impuestos y regulaciones complejas. Van a reaccionar y van a ajustar su producción de acuerdo a eso en el mediano plazo”, dijo McNally.
Trump amenazó con imponer aranceles a los coches importados, pero algunos republicanos en el Congreso comienzan a rechazar esto. Eso puede hacer que las empresas estén más dispuestas a defender su territorio si sienten que son blancos individuales de los tuits y las amenazas, sugieren los analistas.
Eso demostró ser cierto la semana pasada en los casos de Toyota y GM, cuando la primera destacó sus inversiones en Estados Unidos, y la segunda señaló que la gran mayoría de los coches Cruze se fabrican en EU.
“Hay más espacio en EU que en China para que la empresa automotriz pueda señalar que emplean a gente en Estados Unidos y tratar de razonar con el gobierno de EU”, dijo Zhu. “Espero que todos ellos lo intenten. Que logren tener éxito, esa es otra cuestión”.