A veces los momentos difíciles te conectan con tus pasiones. Así le sucedió a Gustavo Peña y a su esposa Marisol Medrano, quienes tomaron un curso de vinificación como escape para superar un problema personal. El taller no sólo demostró que podían hacer vino, sino que era posible dedicarse de lleno a la enología con su proyecto: Totol.
Totol nació de la idea de vivir en el emprendimiento una nueva infancia como pareja, de nunca perder la capacidad de asombro. El proyecto tiene una personalidad tan íntima que incluso el nombre de su marca hace referencia a la niñez de Marisol, quien de pequeña pronunciaba su nombre como “Totol”.
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“Teníamos el gusto por tomar vino y formaba parte de nuestra vida, en el 2009 entramos sin ninguna pretensión a La Estación de Oficios en Baja California, e hicimos nuestra primera barriquita y salió bien”, comparte Gustavo.
Para el 2010 ya tenían 25 cajas de vino que consumieron entre familiares y amigos, pero fue dos años y 100 cajas de vino después que se estableció formalmente como vinícola familiar; las siguientes añadas las vinificaron en espacios rentados en el Valle de Guadalupe y en el 2015 finalmente instalaron su bodega en Tijuana.
La aceptación y la demanda del producto fueron tan buenas, que se extendió a otros estados como Guadalajara, Tulum, Ciudad de México y Veracruz; incluso exportan a California, estado que consume más vino que todo México.
“Nos da orgullo nacional ver que lo hacemos bien y el mercado valora nuestro producto. Hay un movimiento a nivel mundial que busca regresar a las raíces, apreciar la producción humana; cuando alguien te presenta algo hecho por él, o que tiene historia, lo valoras”, expresa.
Actualmente producen debajo de las mil cajas, pero su objetivo es incrementar el número a 5 mil. “Queremos quedarnos en ese rango para seguir manteniendo el control y la esencia del producto. Todo lo que sale bien o mal es consecuencia de algo que hicimos nosotros”.
El vino los impulsó a crear también su propia cerveza que en conjunto forma parte de la empresa El Cantor de Barro.
Totol, vinícola urbana de Tijuana
Totol está representada por una catarina que simboliza buena suerte y contemplación. Las catarinas permanecen quietas solo un momento para después seguir volando. Y el vino trata de evocar ese momento de tranquilidad y disfrute.
“El producto tiene cicatrices que lo hacen único. Si industrializas la producción pierdes el control y la homogeneidad le resta personalidad a las cosas. Estoy orgulloso de mis cicatrices, porque es señal de aprendizaje y madurez. Nuestros vinos reflejan nuestro propio crecimiento y evolución”, finaliza.
REPL