La décimo cuarta persona más rica del mundo es Liliane Bettencourt, una francesa de 94 años de edad que desde mediados del siglo pasado ha sabido exactamente qué hacer para convertir a L’Oréal —la empresa que fundó su padre en 1909— en un verdadero ícono de la belleza y el cuidado personal en todo el mundo.
El químico Eugene Schueller la creó en Francia gracias a que su curiosidad lo llevó a descubrir una fórmula sintética basada en productos químicos que servía para teñir el cabello de las personas. Su creación fue un éxito.
En ese entonces, Schueller fabricaba sus propios productos y los vendía a los peluqueros de París bajo el nombre de Sociedad Francesa de Tintes Inofensivos para el Cabello, misma que en 1939 denominó L’Oréal. Casi 108 años después, L’Oréal es un gigante de la industria cosmética y se concentra en el color y protección del cabello, en el cuidado de la piel, en el maquillaje, en los perfumes y en todo aquello que haga alusión a la estética del ser humano.
Tras la muerte de su progenitor en 1957, Liliane Bettencourt heredó la fortuna de L’Oréal. Sin embargo, no se conformó con tener la vida resuelta, y aunque realmente nunca ha tenido un puesto operativo dentro de la compañía, se ha encargado de poner a las personas indicadas a la cabeza de su empresa.
Prueba de lo anterior es que en 1963 —solo seis años después del fallecimiento de Eugene— llevó a L’Oréal a cotizar en la Bolsa de Valores de París y ahora, a sus más de 90 años de edad, amasa una cuantiosa fortuna que asciende a 39 mil 400 millones de dólares, según la revista Forbes.
Desde abajo
Aunque ahora es la mujer más rica del mundo, la infancia de Liliane fue complicada. Su madre murió cuando ella tenía solo cinco años, lo que a la postre provocaría que formara un estrecho vínculo con su padre.
Eugene Schueller siempre quiso que su hija conociera el valor del esfuerzo, por lo cual, apenas cumplió 15 años, la introdujo en la compañía. Contrario a lo que cualquier padre millonario hubiera hecho, no la colocó en un puesto glamuroso y sencillo, sino que la hizo aprendiz y su principal labor era mezclar cosméticos y etiquetar botellas de champú.
La intención de Schueller no era castigar a su hija, lo único que buscaba era inculcarle las bases del trabajo para que fuera progresando y en un futuro se hiciera cargo de la firma insignia que fundó.
En 1957, al quedar huérfana, su primera determinación como principal accionista de L’Oréal fue designar al sucesor de su padre; François Dalle —un viejo amigo de su marido, André Bettencourt, quien falleció en 2007—. Así, Dalle se convertiría en presidente de la firma y pieza clave para convertirla en la compañía de cosméticos más grande e influyente del planeta.
Desde ese momento Liliane ha sido muy conservadora. Sus apariciones en público son prácticamente nulas; sin embargo, no ha estado exenta de escándalos. Su tan avanzada edad ha hecho que su enorme fortuna sea material de discordia, y un sinfín de personas la sobrevuelan como buitres para tomar su respectiva tajada.
En los últimos años, su vida no le pide nada a las más populares telenovelas que se hayan visto, debido a que incluye a una hija que la acusa de no ser capaz mentalmente de administrar su fortuna, un amigo cercano que parece estar con ella solo por su dinero y hasta un político que se benefició de su fortuna para llegar a la presidencia de Francia.
Para ser realistas, Liliane Bettencourt está en su etapa final, pero pasará a la historia como una de las empresarias más grandes de las que se ha tenido constancia, por su visión para descubrir y aprovechar el temor del ser humano a envejecer y porque enseñó que el dinero también sirve para emprender y para hacer negocios.
1909
Año en el que Eugene Schueller fundó la Sociedad Francesa de Tintes Inofensivos para el Cabello.
1939
La Compañía cambió su nombre a L’Oréal, con lo que inició el camino para conquistar el mercado de la belleza.
1957
Luego de la muerte de su padre, Liliane tomó la empresa; 60 años después tiene una fortuna de casi 40 mil mdd.