Estamos en la semana final antes de la elección. En cualquier democracia, eso serán sinónimo del sprint final por parte de los contendientes
Eso no pasa en México. Cual destino final, los candidatos realizan los tradicionales cierres de campaña sin aspavientos, acusaciones escandalosas o contrastes definitorios.
Hagamos un pequeño repaso
-Andrés Manuel López Obrador camina tranquilo pero con un poco menos de confianza que semanas anteriores. Al parecer, alguien le recordó que el arroz cocido antes de tiempo o se bate o se quema y, en este caso, el tener tal confianza en las encuestas puede tener un efecto bumerán que termine por desincentivar al votante para que asista a la urna en julio primero. Eso sí, la precaución que ha desarrollado el candidato la pierden, de forma veloz, parte de su equipo y aquellos que se han subido al tren del triunfo en busca de revancha o hueso. La defensa a Layda Sansores o el episodio de las tortilleras son ejemplos de un triunfalismo fuera de lugar que, de seguir el camino, puede descarrilar al candidato.
-Ricardo Anaya perdió fuerza, gasolina e impulso. De hecho, el chico maravilla se perdió entre las acusaciones, su defensa y una mala estrategia mediática. Una elección en 2018 no se gana con spots y menos donde el meme prevalece. A eso hay que agregarle los enemigos internos dentro del Frente que fue sembrando en su camino a la candidatura. Castañeda tiene razón: se chingo a todos. El matiz se encuentra en la motivación final de la política: negociar para lograr beneficios mutuos. Anaya creyó que la negociación había pasado de moda. Se equivocó
-José Antonio Meade intenta subirse en la bajada -en percepción- de Anaya y convencer no por ser el mejor sino por ser la opción contra López Obrador. Voto útil que aglutine por miedo y no por mérito. Milagro a crear en diez días.
En contraste, Enrique Alfaro está listo para ser el primer gobernador de un partido distinto al PRI y al PAN en Jalisco. Los números de popularidad de Aristóteles no se han trasladado a las campañas. Los candidatos son buenos, unos de ellos más que eso como es el caso de Miguel Castro. La toxicidad de la marca no solo ha hundido al partido en zonas urbanas sino que ha hecho crecer a Morena. Eso y el trabajo de Alberto Uribe en esa guerra fratricida con Alfaro.
La próxima semana, el periodo de reflexión hará que hablemos de otra cosa. Como sea, el 2 de julio es el día en donde debiéramos tener, ya, la vista puesta.
El día después de una elección que parece cantada pero que, creo, aun no tiene victoria cantada.
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