La vida política de México ha contado con distintas estrategias para intentar construir nuestra memoria, como sus realidades alternas, eternamente entrecruzadas y diseminadas desde estructuras que, por mera naturaleza, buscan perpetuarse en todos los terrenos sociales. En su época, los priistas mentían sabiendo que lo hacían. Afirmaban lo que conocían era fantasía imposible, alimento de la noción que procuraban de sí mismos. Por décadas, desarrollaron una especie de inmunidad a lo que evocaban en amplios sectores de la población, cuando cierta falsedad era asumida a modo de convivencia.
Al llegar los panistas al poder, mintieron imaginando que decían la verdad. Aún son muchos quienes aseguran lo apropiado de las acciones que llevaron a cabo durante dos sexenios, mostrándose irreductibles a pesar de las consecuencias trágicas o consensos a su derredor.
En el caso del próximo gobierno se genera un intermedio de posturas por las que navegan el Presidente electo y una buena parte los miembros de su equipo. En los inicios de la autonombrada cuarta transformación se miente a la usanza de los priistas, sabiendo que mucho de lo dicho no es real y en simultáneo se satisface el relato que convierte lo falso en asomo de verdad.
Se relativizan con facilidad un sinnúmero de argumentos que quieren convertir en democrático y plural, un ejercicio selectivo y discrecional. La manipulación de dichas condiciones es tildada de errores, como si una simulación de referendo se tratara de un ejercicio regular, aunque se haya desarrollado en la irregularidad.
Los proyectos que requieren muchos años se prometen en pocos. Recursos contados se distribuyen para lo que en apariencia no alcanzan. Se miente al presumir el respaldo que niegan quienes suponían respaldar. Serán los franceses, será el Vaticano.
La cuarta transformación aprendió de la retórica de sus predecesores y la combinó amaestrándola. El sustento de su argumentación recae en la autoridad moral que se adjudican quienes la ostentan, olvidando que esta virtud es obsequio de ajenos y no de propios.
En otras épocas que se antojan más librescas, las construcciones análogas de la realidad se alimentaron de aquellos que asimilaron una causa pese a no ser parte de ella. La historia les conoció como los compañeros de viaje. Actores medianamente pasivos que construían relatos para convencer a los demás, esgrimiendo razones que bajo cualquier otro escenario habrían rechazado. También estaban aquellos entregados absolutamente a las causas, voceros funcionales que no tenían lealtad recíproca y se escudaban en la afinidad que no reclamaba pertenencia.
Relativizadores de un pensamiento utópico, impulsores del reduccionismo y las seguridades aparentes, que no siempre son certezas. Ellos se conocieron bajo el cruel apelativo del idiota útil. Durante la guerra fría, reina moderna del gobierno a través del conflicto, la función de ambos era dar legitimidad. Esa gran ausencia en nuestra vida pública, tanto que por su urgencia es posible que no hayamos cuidado el riesgo de algunos procesos con los que se busca conquistarla.
Uno puede hacer todo para entrar a la historia, pero solo ella decidirá la forma en que esto ocurre.
@_Maruan
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Maruan Soto Antaki
México /
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