Nubia Martínez fue abandonada. El recuerdo le provoca sollozos, pero pronto se repone, pues ya superó parte de la crisis; aunque sigue con un tratamiento para mantener a raya el cáncer, principal causa por la que hace poco exigió pensión para sus dos niños, también enfermos; el padre, sin embargo, se negó a otorgarla y fue castigado: estuvo tres días en la cárcel, pero ni así lograron arrancarle un peso, pues dijo estar desempleado.
Nubia, una de las 4 mil 272 mujeres que el año pasado recibieron 32 mil servicios en el Centro de Justicia de Hidalgo, le comentó a su hija, de seis años, que su padre había estado en la cárcel poco tiempo, cosa que a la pequeña le causó extrañeza, pues guardaba aquel recuerdo de cuando él se negaba visitarla en el hospital, así como de las extensas esperas de ella y su madre en algún restaurante. El padre nunca llegó.
Días antes la madre había planteado a la niña que su padre sería castigado por no apoyarlos a ella y a su hermano; la pequeña, quien dio su consentimiento, preguntó sobre el correctivo, a lo que Nubia respondió:
—Creo que estuvo tres días.
La niña preguntó:
—¿Tan poquito?
A Nubia —abandonada hace 6 años, cuando su niña tenía 10 meses y ella estaba embarazada del niño— le duelen los recuerdos y solloza.
—¿La niña se desilusionó?
—Pienso que sí. Mi coraje por buscar justicia fue porque mi niña lo esperaba en la puerta de la casa y él decía: “sí, voy a llegar, sí voy a ir por ti”. Entonces ella preparaba su maleta y metía sus osos de peluche y lo esperaba ahí —Nubia gimotea, hace pausas, se repone— y él... él no llegaba. Y cuando estaba enferma, mi niña estuvo un año y medio internada por lapsos, y yo embarazada, abajo de la cuna, cuidándola, él le decía: “sí voy a llegar, sí voy a llegar” y ella se quedaba esperándolo.
De los 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que hay en el país, según el INEGI, 66.1 por ciento ha enfrentado violencia “de cualquier tipo y de cualquier agresor, alguna vez en su vida; 43.9 por ciento ha enfrentado agresiones del esposo o pareja actual o la última a lo largo de su relación y 53.1 por ciento sufrió violencia por parte de algún agresor distinto a la pareja”.
El Centro de Justicia para Mujeres de Pachuca, Hidalgo, es considerado un modelo —de entre los 38 que hay en 26 entidades del país—, pues aquí las “usuarias”, como las llaman, reciben atención psicológica, médica, de trabajo social y capacitación para emprendedores.
Nubia es una de ellas.
—¿La niña estuvo enferma? —se le pregunta.
—Sí, ella tuvo una deficiencia pulmonar. Mi niña, cuando nació, por nuestras diferencias de sangre, él negativo y yo positivo, necesitaba una transfusión completa de sangre y él dijo que iba a llegar y no llegó.
—El niño también estuvo enfermo.
—Sí —responde Nubia, de oficio decoradora de interiores— y en ese momento fue de mucho dolor, de que mi hijo estuviera internado y que él, siendo avisado por sus hermanos, por su familia, nunca apareció. Pero también en ese momento dije: “bueno, pues si no quiere a mi niño, no tiene caso que yo esté pidiendo una pensión. Fue hasta que me enfermé cuando dije: bueno, ahora sí la necesita”.
***
El Centro de Justicia para Mujeres de Pachuca, organismo público descentralizado del estado de Hidalgo, cuya coordinadora general es Margarita Cabrera Román, está en el Fraccionamiento San Carlos. Entre otras áreas tiene la de Salud, Lúdica, Psicológica, de Trabajo Social, Jurídica y Médica.
En México hay seis muertes al día relacionadas con la violencia de género, comenta Cabrera Román, entrevistada en su oficina.
Las usuarias de los servicios que ofrece el centro, dice la funcionaria, que no pronuncia la palabra “víctima”, reportan fundamentalmente “violencia de carácter psicológico, que puede ir desde las agresiones verbales, las humillaciones, entre otras, o también la violencia física, que puede ir desde empujones, hasta golpes y patadas”.
El centro, agrega, cuenta con asesoría jurídica, tanto en la materia penal, en caso de que quieran denunciar el delito, como en la vía familiar, pues la mayoría de las mujeres que ocupa la asesoría jurídica-familiar “en algunas ocasiones también utilizan la penal; y lo que vemos más es que, cuando se da la violencia, las mujeres quieren, en este caso, cuestiones de custodia de los hijos y divorcio, ya sea unilateral, y pensión alimenticia”.
Asegura que las mujeres que concluyen “su servicio, de verdad, pasan a una parte de empoderamiento, que es fundamental, que es la parte en la cual las mujeres tienen estas herramientas psicológicas, y algunas herramientas ya desarrolladas, que les van a permitir construir su autonomía a través de la obtención de ingresos...”.
Y sí, tiene razón, como es el caso de Claudia Mera Alamilla, diseñadora de accesorios y bolsas para mujeres, que registró con la marca Edalsi, formada por las iniciales de los nombres de sus tres hijas, de 7, 8 y 15 años, quienes de alguna manera atestiguaron lo que sufría su madre.
Mera Alamilla soportó desde niña la violencia psicológica, pero al matrimoniarse con quien creyó “sería el hombre de su vida”, como ella dice, el suplicio se multiplicó durante 18 años, por lo que pidió asesoría y empoderarse en el lugar donde... trabaja su esposo, quien con cierto desparpajo le había dicho que se acercara al lugar, sin imaginar el resultado.
—¿Qué sucedió?
—Llego, llego a un punto —dice y aprieta la mandíbula—... tengo tres hijas y yo empiezo a hacer que ellas vivan lo que yo estaba viviendo, y fue lo que a mí me partió el alma y dije: “yo no puedo permitir que mis hijas vivan lo que yo he estado viviendo”. Este... me mudo a la ciudad de Pachuca, con el papá de mis hijas, y llego al Centro de Justicia, siendo no usuaria, llego a un programa que se llama Mujeres Moviendo México...
—¿Y qué le ofrecen?
—El Centro de Justicia me ofrece el servicio psicológico, jurídico y de empoderamiento; inicio mis procesos sicológicos, psicología individual, grupal; tiempo después decido poner una demanda, porque quiero la custodia y una pensión para mis hijas. Para mí fue difícil porque el padre de mis hijas... trabaja en el Centro de Justicia; tenía miedo de que el centro no me apoyara y, oh, sorpresa, el centro me apoyó a mí.
—¿Y se divorció, cómo está?
—Sí, estoy separada, me concedieron la custodia de mis hijas, la pensión, y dijeron: “de aquí no se va porque tiene que pagar una pensión”.
***
Los 38 centros de Justicia para Mujeres, coordinados por la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), de la Secretaría de Gobernación, han atendido a un promedio de 400 mil usuarias.
“Tenemos varios problemas en el acceso a la justicia”, reconoce Alejandra Negrete Morayta, comisionada de ese organismo, quien anota:
“El primer problema es que en muchas ocasiones la violencia contra las mujeres se ve como un tema privado y las autoridades locales no quieren entrar a la discusión cuando ocurre, sobre todo con la pareja.
“El segundo punto es la falta de investigación adecuada de los delitos contra las mujeres: no todos los estados cuentan con protocolos adecuados para que sepan la verdad de los hechos y se pueda investigar, desde un inicio, de acuerdo con la tipificación de los diferentes delitos contra las mujeres.
“El tercer punto, muy importante, es que no en todos lados funcionan las medidas de protección, y una mujer, independientemente del tema de acceso a la justicia, que puede tardar dos, tres años por como es la forma del sistema jurídico mexicano, nos encontramos con que durante ese tiempo tienen que sentirse protegidas por el Estado, necesitan tener una ventana real de salida, y ahí es donde son muy importantes las medidas de protección para que no regresen al círculo de violencia”.
Los centros de justicia, distribuidos en la mayor parte del país, tienen diversos servicios.
“Sin embargo —reconoce Negrete Morayta—, todavía tenemos muchos retos por delante: primero, terminar con la impunidad; segundo, que quede muy claro, el mensaje de cero tolerancia y cero impunidad, por parte de los gobiernos, pero también de la sociedad y los medios de comunicación, contra la violencia, contra la mujer; el tercer punto son políticas educativas para las niñas y los niños...”.
***
En el Centro de Justicia para Mujeres de Pachuca también recibe ayuda Elena, quien tiene dos hijos con un guardaespaldas que la tenía aterrorizada y le advertía que no podía hacer nada contra él.
Un día escuchó hablar de un Centro de Justicia, donde podía pedir asesoría para resolver su problema, pero Elena no se atrevía, pues su marido se jactaba de conocer policías; y a pesar de la desconfianza se armó de valor y abordó un taxi, pero el marido la siguió en su auto.
Elena:
—Y entonces se adelantó a mi taxi y se me cerró, pero como dejó el suyo mal puesto, me tuvo que dejar y yo me metí, me metí a la caseta que está a la entrada y él me alcanzó inmediatamente, pero ya estaba adentro y él dijo con voz autoritaria: “yo vengo con ella”. Y el oficial dijo: “¿viene con usted?” Y yo le contesté que no. “Entonces no puede pasar”. Y él se alejó.
—¿Y qué pensó?
—Ahí me di cuenta de que la autoridad que él me decía tener no la pudo ejercer aquí, y ya entré con más confianza.
—¿Ya no la molesta?
—No, ya no; aparte me enteré que una de las reglas de su trabajo era justamente evitar todo ese tipo de cosas, y con eso mismo a mí me intimidaba. Con eso mismo me decía: “yo puedo hacer con la justicia lo que yo quiera”.
—¿Y sigue de guardaespaldas?
—Sigue siendo guardaespaldas.
—¿Y el político sabía de su problema?
—No me enteré si lo supo o no, pero conmigo ya no se metió.
[Dé clic sobre la imagen para ampliar]