Más de medio millón de viviendas en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) están abandonadas por la falta de planeación sustentable, lo que ha generado desarrollos habitacionales cada vez más alejados de las áreas urbanas y centros laborales. “Es un problema serio y a ello hay que agregarle que muchos de los municipios donde han otorgado el mayor número de créditos hipotecarios en años recientes muestran un claro síntoma de no haber estado preparados para ello, de ahí los altos índices de vivienda abandonada”, advirtió Arturo Chavarría Sánchez, presidente del Colegio de Arquitectos y Urbanistas del Estado de México.
Y agrega: “El surgimiento de comunidades abandonadas en la periferia de las ciudades mexicanas es una realidad que obedece en gran medida al otorgamiento de un gran número de créditos hipotecarios en municipios de escasa competitividad en materia de vivienda en el país.
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Datos del Programa de Ordenamiento de la área metropolitana (POZMVM), muestran que de 6 millones 510 mil 353 casas, 694 mil 175 están desocupadas. De este total, 211 mil 245, que representan 30.4 por ciento, se ubican en delegaciones capitalinas y 78 mil 959 restantes, en municipios de Hidalgo.
Sin embargo, en el Estado de México, se agudizó el problema, pues se contabilizaron 403 mil 971, principalmente en Tecámac, Zumpango y Huehuetoca, lamentó el catedrático de la UNAM y responsable de la elaboración del POZMVM, Sergio Armando Flores Peña.
En esta región, considerada como una de las metrópolis más densamente poblada de México, habitan 21 millones de personas, que significan más de un tercio del total del país, de las cuales 53 por ciento viven en 59 municipios mexiquenses conurbados, 42 por ciento en la Ciudad de México y 5 por ciento en 21 municipios del estado de Hidalgo.
“La dispersión ya no es impulsada únicamente por las colonias populares como sucedió en las décadas anteriores. Los principales causantes son ahora los nuevos proyectos (conjuntos) de vivienda institucional que se ubican a distancias crecientes de los centros urbanos, dejando grandes vacíos entre estos y los territorios continuos, como es el caso de Tecámac, Zumpango y Huehuetoca”, donde se reportan casas abandonadas, aseguró.
Esta región “ha crecido de manera discontinua y eso obstaculiza el acceso a los bienes y servicios públicos. Los desarrollos ya no son una solución, pues ahorita la política pública en la materia está en entredicho. Más de 10 por ciento de las viviendas de la ZMVM están vacías y aún así siguen construyendo, por una inercia institucional y compromisos”.
El documento explica que la expansión discontinua genera “condiciones de aislamiento que dificultan el funcionamiento cotidiano de sus habitantes y se obstaculiza la creación de economías de proximidad fundamentales para mejorar las condiciones de bienestar. Lo anterior es particularmente grave en el caso de los conjuntos habitacionales, donde es frecuente encontrar viviendas desocupadas”, insiste Flores Peña.
Un ejemplo viviente
Las calles del conjunto La Trinidad, lucen desiertas. Los camiones transitan para prestar el servicio a los que aún habitan algunas viviendas. El desempleo y el elevado costo de transporte público propiciaron el abandono de las casas de interés social. Aunque el problema no es nuevo y estaba arraigado en las zonas rurales, es un fenómeno que está llegando a las grandes urbes del país.
La Trinidad, enclavada en lo que antes eran tierras agrícolas y lejos de centros urbanos, está integrada por 8 mil casas, muchas de las cuales están abandonadas y pese a que no hay cifras oficiales, un cálculo somero realizado por los pocos vecinos que hay, dice que más de la mitad se encuentran desocupadas, la gran mayoría saqueadas.
Ahí, nadie quiere vivir. “Muchos de los propietarios recibimos las casas en 2004. Los que llegaron aquí no regresan y quienes lo hacían con frecuencia hoy tienen años que no han vuelto”, dice una vecina. Ninguno de los escasos ocupantes, quiere contar su historia y quienes lo hacen se reservan su nombre o datos de su vida, pues a pesar de que compraron casas, hoy enfrentan juicios de embargo, por la falta de pago y es que el gasto en el transporte para trasladarse a los centros de trabajo, duplicó el pago mensual del crédito bancario de mil 250 pesos. Por lo que su abandono fue la mejor opción.
“Los vecinos enfrentamos varias situaciones: una de ellas es que la gente las dejó pero las sigue pagando; sin embargo, en su mayoría están abandonadas completamente”.
El paso de una camioneta, la entrada de un grupo de extraños o la llamada de un número desconocido son motivos suficientes para la preocupación y la alerta de quienes hoy ocupan La Trinidad. Se vive a diario con desesperación, miedo y sicosis ante la posibilidad de ser embargados y desalojados por aspirar a tener un patrimonio.
Enrique Ortiz Flores, presidente de Hábitat International Coalition, aseveró que los conjuntos de este tipo no constituyen realmente una ciudad, sino que son dormitorios o almacenes lejanos de la fuerza de trabajo, por lo que sus pobladores tienen que hacer recorridos de hasta cuatro horas o más -ida y vuelta- para acudir a laborar.
Cálculos oficiales indican que del total de viajes, 63.5 por ciento responde a dos motivos: trabajar y estudiar. La principal causa de movilidad metropolitana corresponde a la distancia que hay entre casas, trabajo y estudio. “Son muy chicas, de mala calidad, es lo que están ofreciendo a los pobres. No pueden pagar la ciudad. Es cierto que Casas GEO tiene unos diseños muy bonitos para clase media, pero para muy pobres quisiera verlos todavía, a lo mejor los tiene, pero no los conozco”, mencionó.
El presidente del Colegio de Arquitectos y Urbanistas del Estado de México, Arturo Chavarria Sánchez, atribuyó este fenómeno a la mala planeación, pues dan prioridad a la construcción de casas diminutas de interés social de 30 metros cuadrados.
Y agrega: “no prevén infraestructura para industria y comercio, lo que provocan son gastos excesivos en el transporte público por las largas distancias y recorridos. Con esta mala planeación se fomenta el desempleo y la pobreza”.
En el caso de Tecámac, en los últimos 12 años han autorizado 45 conjuntos habitacionales que albergan 12 mil 832 viviendas para más de 580 mil habitantes, a pesar de que es una de las zonas con la menor disponibilidad de agua potable.
De los sueños a la frustación
Con el tiempo las zonas habitacionales se modificaron, en principio lo estético del lugar, pues ante la necesidad de sobresalir del resto y contar con mayor espacio los moradores empezaron a construir más pisos o a extenderse hasta el jardín, sin permisos e incluso violando las leyes de construcción, lo que afectó la seguridad de los propietarios y vecinos, además de que redujo el valor de la edificación y de la zona en general, aseguran María Concepción Huarte Trujillo y Teresa Esquivel Hernández, profesoras-investigadoras de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Lo segundo que cambió fue la adaptación de locales comerciales. Ante la carencia de negocios cercanos, comenzaron a transformar sus hogares para ofrecer diferentes productos aprovechando las necesidades de los demás colonos.
Así, las expectativas que tenían en un inicio los compradores desaparecieron y el desempleo, el vandalismo y la deserción escolar se volvieron una constante. En estas zonas creció de manera desproporcionada la violencia, afirmaron las académicas.
El principal motivo es que las constructoras y el gobierno anteponen el costo a las necesidades: son para ocupar el mínimo de espacio requerido y al menor precio, sin importar que para las personas sea casi imposible habitarlas.
Coincidieron en términos generales que las viviendas construidas a partir del año 2000, de manera masiva con la misma forma y colores, un cuarto –dos, en el mejor de los casos–, sala-comedor, baño y una cocina son muy pequeñas.
Adviertien que se vuelve difícil ocuparlas por la lejanía con los centros de trabajo, escuelas o comercios, pues resulta desgastante que en muchos casos pierden más de tres horas al día en traslados.
Descubrieron que estas viviendas rompieron la ilusión de las personas por contar con una nueva propiedad y cómo a consecuencia de estos procesos de densificación habitacional zonas tranquilas se fueron transformando en lugares con altos índices delictivos.
MMCF