“Si te comes todo lo del plato, te doy un chocolatito”, “si te portas bien, te compro una paleta.” La dinámica de premio-castigo es una disciplina que suele funcionar bien con los hijos. Premiar por un buen comportamiento motiva a los niños, pero a la larga esto tiene efectos negativos.
Los neurólogos Nicole M. Avena, Pedro Rada y Bartley G. Hoebel señalan en su estudio Adicción" al azúcar: ¿mito o realidad?, que el comportamiento al comer postres, dulces, refrescos y cualquier cosa azucarada en exceso se puede comparar a la experiencia de consumir drogas.
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“La gente puede ser adicta al azúcar de la misma manera en la que se puede ser adicto a la heroína, cocaína y nicotina”, explica el doctor Mark Hyman, fundador del Centro Médico UltraWellness, en su análisis Stopping Addiction to Sugar: Willpower or Genetics?
También la especialista en nutrición Gabriela Gottau detalla en el artículo Los alimentos no deben ser premios ni castigos que recompensar con dulces genera un doble efecto: el niño considera que está haciendo un esfuerzo cuando come brócoli (asociándolo con el castigo) y espera que se le retribuya su buena conducta con una paleta o un chocolate.
Aunque no lo parezca, esta dinámica es muy seria y puede resultar peligrosa con el paso de los años, confirman los expertos.
“El azúcar hace felices a los niños, al menos durante el periodo en que lo consumen. Calma su inquietud, alivia su dolor, enfoca su atención y los deja emocionados y llenos de felicidad hasta que el efecto de la dosis pasa. El problema es que esperaran una nueva dosis, o hasta la demandarán, de forma regular”, así lo explica Gary Taubes en su artículo Is sugar the world’s most popular drug? para el periódico The Guardian.
De esta forma, cuando el niño crece y se vuelve adulto, es muy difícil romper este comportamiento y hasta se lo puede inculcar a sus hijos. Además de generar un círculo vicioso, esto se convierte en una dinámica asumida: los momentos malos son premiados con azúcar.
Así que tal vez ahora entiendes por qué después de momentos difíciles, tiendes a recurrir a un buen postre con la excusa de “he tenido un mal día, me lo merezco”.
mrf