Qué no dar en Navidad: los peores regalos de la época

Calcetines, ropa interior, mascotas y artículos para la casa, entre las peores elecciones para esta temporada navideña.

Los suéteres navideños, entre los peores regalos que puedes hacer en esta temporada.
Francisco Masse
Ciudad de México /

La Navidad trae consigo un sinfín de emociones: ocasiones festivas con los amigos, la reunión y el reencuentro familiar y, desde luego, el tradicional intercambio de regalos. Pero uno no siempre sale favorecido con lo que recibe en estas fechas. Aquí una lista de los peores regalos navideños que pudimos encontrar en la red.

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En teoría, el intercambio navideño de regalos es una oportunidad para expresar materialmente el agradecimiento, la amistad, el afecto, el amor y otros sentimientos positivos que uno alberga por determinadas personas. Sin embargo, en algunas ocasiones las buenas intenciones no alcanzan para cumplir con este propósito. ¿Cuáles son los peores regalos para esta época navideña? Una búsqueda por la red nos arrojó los siguientes resultados.

Calcetines

Cualquiera de nosotros tiene algún recuerdo infantil de la tía lejana que nunca nos quiso mucho o de la abuela regañona que, con la mejor de las intenciones —y el peor de los tinos—, navidad tras navidad nos daba una caja meticulosamente decorada que contenía un juego de tres o seis calcetines de espantosos rombos, como los que le gustaban a su finado esposo. A menos que exista una buena razón para regalarlos, son el peor regalo navideño por excelencia.


Suéteres navideños

Estas creaciones de estambre que se usan una sola vez al año —si bien nos va— se cuentan entre las peores elecciones para esta época de regalos. Y es que entre lo voluminoso de la prenda, lo cursi de los motivos que lo adornan y la poco agraciada combinación de colores, poca gente realmente agradece uno de estos regalos.


Perfumes baratos

El perfume es, casi siempre, una elección muy personal: el aroma tenue que uno despide en la calle, en una cena o en la oficina, dice mucho de quiénes somos y qué imagen de nosotros es la que queremos proyectar. Por eso, si la persona a quien piensas regalarle gusta de los perfumes, lo recomendable es averiguar qué marca es su favorita, pues pocas cosas resultan tan desagradables al olfato como un perfume que se agría a los veinte minutos de aplicarse, o bien, que nos recuerda al abuelo, al maestro de lógica o a la tía solterona.


Lencería

Si tu esposo, novio o amante en turno te regala un coqueto juego de lencería, bien se puede tomar como un detalle romántico. Pero piensa en el bonito momento de la cena o de la comida navideña en el que, ante el reclamo de “¡Que lo abra, que lo abra!”, lo que sale de esa coqueta caja con moño es una tanga de hilo dental y un bra de encaje negro muy transparente. Lo más aconsejable, al parecer, es esperar un par de meses y dar ese regalito para San Valentín.

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Una mascota

Sí, un hámster, un cachorrito de Labrador o un gatito de Angora, con sus caritas rechonchas y sus ojos infinitamente tiernos, son una tentación casi irresistible. Pero antes de ceder a tus impulsos y tus “buenas intenciones”, piensa en que se trata de un ser vivo que requerirá de cuidados, vacunas, alimentación y un espacio para vivir. Si piensas dárselo a un adulto, tienes que estar muy seguro de que el animalito será bien recibido; si hablamos de regalárselo a un niño o una niña, lo recomendable sería consultarlo con sus padres. Y más recomendable aún es abstenerse.


Kits de ejercicio

A menos que el agasajado sea una persona amante del ejercicio y en alguna conversación hayas escuchado de un accesorio o aparato que le encantaría tener, el mensaje oculto de un presente de esta índole es claro: ponte a hacer ejercicio. Y no es muy agradable…


Electrodomésticos

¿A alguien le dará gusto recibir una licuadora, tostadora, aspiradora o cualquier otro electrodoméstico que, por un lado, necesariamente remite al pesado trabajo de la casa, y por otro podría tomarse como una insinuación acerca de los estándares de limpieza del afortunado receptor? Sinceramente, es muy probable que no.


Un “roperazo”

La definición de roperazo es sencilla: algo que la persona recibió en algún momento en el pasado y que, por la razón que sea, decidió no usar. Y, claro, de que se quede acumulando polvo a “reciclarlo” y regalártelo a ti… Pero bueno, existen ciertas excepciones en las que es válido regalar objetos usados: por ejemplo, si tienen un alto valor simbólico, sentimental o son una herencia en vida. Para leer más sobre regalos vintage, puedes hacer clic aquí.


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Regalos profesionales

Otras definición coloquial que designa a un regalo que no tiene otra función, propósito o utilidad que la de ser regalo. No es útil, no es bonito, es aparatoso, casi siempre muy costoso, estorba y es difícil desembarazarse de él. Seguro que a estas alturas ya recordaste “ese” regalito al que jamás le encontraste sitio y que sigue acumulando polvo en tu trinchador.


Regalos “bien intencionados”

Se dijo en el primer párrafo de esta nota: a veces las buenas intenciones no alcanzan para cumplir con el propósito de halagar a quien recibe el regalo. Así que si tu hijo o hija padece acné, regalarle un set de productos dermatológicos puede tener todas las buenas intenciones del mundo, pero no lograrán sino avergonzarlos delante de toda la familia. Lo mismo sucede con las fajas reductoras, las cremas antiarrugas, los desodorantes corporales, los tratamientos contra la calvicie, las depiladoras y cualquier cosa que insinúe que el regalado necesita poner un poquito más de atención en su apariencia.


No-regalos

Si tú y tu esposa han hablado de cambiar el refrigerador, no “se lo regales” de Navidad. Tampoco hagas regalos que sabes que terminarás usando tú. Se trata de complacer al otro dándole algo que él o ella desea fervientemente, de sorprenderlo, de hacerlo sentir bien. No de adelantar una compra funcional que ya estaba presupuestada, o de darle ese disco o esa película o esas galletas que en realidad quieres disfrutar tú.


Regalos “con jiribilla”

Hablando de las intenciones con las que se dan los regalos, las peores de éstas son, sin duda, las segundas intenciones. ¿Un ejemplo de ello? El vestido dos tallas más chico que tu mamá, hermana o tía te regalan “como un aliciente para que adelgaces”. O los trapos de cocina que te regala la suegra “porque los de tu casa ya están muy viejos y apestan”. O el libro que te regala tu papá con 100 consejos para encontrar trabajo. O una cita con el cirujano plástico. O lo que sea…


FM

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