Cajas de mudanzas, cajas de libros, las cajas donde quedarán nuestras cenizas alguna vez, la vida y la muerte están llenas de cajas. Veo las cajas que han invadido la habitación donde trabajo y duermo: el gato se ha apropiado de una de ellas y la convirtió en su refugio; sé que en unos días la cambiará por otra distinta, llevado por los olores y las visiones misteriosas que rigen el mundo de los gatos.
Mientras, yo pienso en que debo deshacerme de tantas cajas y a la vez me gusta mirar la lisura del cartón: en el entresueño, sintiendo las sábanas, fantaseaba con la idea de despertar en la calle, entre bultos y cobijas de periódicos, a la merced de transeúntes apurados y el ruido de los motores, pero acariciando el suave cartón que sostendría mi sueño. Cajas como camas, sábanas de cartón. Un sueño de princesa y mendiga acartonada. A mi pesar vivo rodeada de cajas, cajas de libros, pero si dejaran de llegar me entristecería como cuando se acaban la vida y las promesas.
Las cajas que trae la mensajería son infinitas hasta que las abro y recuerdo los encargos que yo misma hice o los que quedaron de mandarme; eso provoca siempre una rara desilusión, el fin de la sorpresa. Por eso Buñuel en sus películas retrataba cajitas misteriosas que no se abrían nunca; a fin de cuentas, la caja cerrada siempre parece contener algo más de lo que guardamos en ella, pues resguarda su misterio.
Cajas decoradas, olorosas a maderas perfumadas, cajas de joyas, de semillas, cajas de chocolates con sus papeles brillantes como cofres de tesoros. En las películas de terror las cajas contienen siempre cosas siniestras; en el drama son receptáculo de cartas y promesas ignoradas de las que brotan los conflictos. En la serie de Los locos Addams, la mano Dedos vivía en una caja como un ready-made surrealista. Una caja guarda por fuerza algo valioso, necesario o intrigante; nadie dice caja, sino bolsa de basura y los cuerpos que se guardan en bolsas pierden su dignidad.
Quizá los logros de nuestra civilización son la rueda y la caja, una versión refinada de la madriguera. Pandora abrió la caja que contenía todos los males del mundo, aunque leo que aquello no era una caja, sino una ánfora o un cuenco. Será que la caja se inventó pensando en el resguardo de las ollas: por eso las cajas despiertan apetitos y deseos. Y nuestras vidas se guardan en cajas que son casas y edificios o se representan en teatros como cajas.
Quizá en el futuro lo plano de las pantallas infinitas sustituirá al espacio de la caja, pero aún falta mucho para eso: a fin de cuentas, a nuestro corazón lo contiene una caja y el cráneo es otra que guarda nuestras ideas; por eso los sesos tienen tapa.
AQ