En México, uno de los jugadores que más marcó al basquetbol mexicano es José Luis Arroyos. Conocido popularmente como Satanás, gozó de una exitosa carrera de 20 años que lo ha consolidado como uno de los atletas más importantes, uno de los que le dieron forma a este deporte en el país.
Pero, ¿cómo fue que surgió este inusual apodo? No, no es porque el chihuahuense practique ocultismo o esté en cercanía con fuerzas del más allá para haber tenido una habilidad en el baloncesto. Todo inició en 1982, cuando llegó como novato a los Dorados de Chihuahua como refuerzo para el quinteto que en ese entonces dirigía Felipe Martínez y con nombres como Raúl Palma, Memo Márquez, Chuy García y Enrique Ortega. La primera impresión del entrenador no fue positiva, preguntándose que quién le dijo que jugaba basquetbol.
“Ni yo lo conocía a él, ni él me conocía a mí, yo le dije a través de la gerencia que se me diera una oportunidad de una semana para poderle demostrar que podía jugar en la Liga Profesional; él me dio la oportunidad para ganarme mi lugar en el equipo”, compartió el ex jugador en entrevista telefónica con MILENIO-La Afición.
Para esto, tenía que demostrar su valía en un juego. Con cuatro juegos por semana en el desaparecido Circuito Mexicano de Basquetbol (CIMEBA), fueron esos los juegos en los que tuvo que demostrar su talento, por lo que se acercó a sus compañeros para aprender los sistemas ofensivos y defensivos en el juego, fundamentos que le sirvieron para ganarse minutos en la cancha y demostrar su valía.
Fue así que Felipe Martínez quedó convencido de que había encontrado a un auténtico jugador que podía desenvolverse de gran forma en ambos lados de la cancha, al punto de que le dijo a Pedro Barba, en ese entonces gerente general de Dorados, que era un auténtico Satanás en la duela.
“El gerente de aquel tiempo le preguntó al entrenador que si me va a dar el visto bueno para quedarme en Dorados y él le comentó: ‘Mira Pedro Barba, este muchacho que trajiste es un diablo en la cancha’; y él replanteó: ‘no es un diablo, es más que un diablo, si vieras qué cosas hace con el balón, es como un Satanás’”, relató Arroyos.
Dicho apodo fue escuchado por un periodista y fue el encargado de popularizar el apodo, al señalar que José Luis “Satanás” Arroyos se quedaba con Dorados de Chihuahua, “por las endiabladas jugadas que manifiesta el entrenador en la cancha”, aseguró.
La jugada no le salió nada mal: Dorados y Satanás Arroyos se coronaron aquel año en la CIMEBA y ahí comenzó José Luis a escribir una historia en el baloncesto mexicano.