El caos vial de cada día

Jalisco /

Hay un principio de derecho universalmente reconocido, que dice que nuestro derecho termina, donde inicia el derecho de los demás.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pese a sufrir tanto asedio de los gobernantes en turno que se empeñan en modificarla a su conveniencia, aún mantiene un derecho inalienable para todos los ciudadanos: la libertad de tránsito y tiene que respetarse, para eso está la autoridad, para eso pagamos impuestos conforme al artículo 31 constitucional.

Sin embargo, para desgracia de todos los que nos ufanamos de vivir en un país donde se respetan las libertades, se preserva el estado de derecho y se mantiene el orden en teoría, la realidad cotidiana nos muestra una distorsión incluso distópica de lo que dice la ley y el cacahuate que ésta les importa a muchos.

Voy a ser el eco de las voces de protesta de muchos conductores y habitantes de la zona poniente de la ciudad, que día tras día viven un verdadero calvario al intentar transitar por las calles de colonias como Providencia, Lomas de Guevara, Italia Providencia, Monraz, Jacarandas y otras muchas del rumbo, y de los muchos conductores procedentes de la zona de Tesistán que tienen que cruzar por la zona de Plaza Patria, en Guadalajara.

La fluidez en la circulación es imposible; para empezar, los semáforos se encuentran absolutamente desincronizados, pues en cada calle se van alternando las luces en rojo y verde, ocasionando tremendos embotellamientos porque los que circulan por las calles transversales que no pueden atravesar las que se encuentran copadas por conductores tontos que ni idea tienen de lo que es respetar el paso pues si no alcanzas a cruzar con luz verde, no avances más porque vas a obstruir a los demás.

A eso le agregamos el paso constante de ambulancias que con la sirena a todo volumen pretenden pasar donde no pueden porque están todos los carros parados, provocando ansiedad a todos y todo porque quienes las conducen se empeñan en circular por esas conflictuadas avenidas principales que los harían avanzar más; y que me dice usted de la zona sur, porque la Avenida López Mateos, casi todo el día es un enorme estacionamiento y es una fuente de enorme contaminación por estar mucho tiempo los vehículos detenidos en ralentí emitiendo gases contaminantes y de repente todo mundo se queda parado y más cuando hay choques lamineros porque entonces sí, Jesús me ampare.

Pero nos falta algo más en este coctel del caos de cada día. La terrible presencia de motocicletas, bicicletas, patines, tripulados por gente carente de sentido común que pasan entre los vehículos sin precaución alguna, cruzándose los semáforos en rojo, circulando en sentido contrario, sin respetar las señales de tránsito, majaderos, atrabancados y que arriesgan su propia vida con sus temerarias maniobras y que en más de algún caso han provocado derrames biliosos a los automovilistas que estamos detenidos y sin poder hacer nada solo nos limitamos a observar cómo derriban espejos y rayan automóviles a diestra y siniestra sin que nada pueda hacerse porque no hay ni medios de identificación ni forma de detenerlos ni autoridad que los meta en cintura.

El adornito faltante, cereza, aceituna o sombrillita, lo que usted guste, es el cierre de vialidades a voluntad de los constructores sin que medie alguna señal de advertencia. Donde se les antoja descargar su material de construcción, o estacionar las revolvedoras, allí se paran y cuando uno acuerda, esa calle por la que usualmente circula ya se encuentra obstruida y lo peor es que cuando busca una alterna, se encuentra con el mismo escenario que nos muestra la prepotencia de los constructores, con la consabida complacencia de las autoridades que no ponen orden al obligarlos a colocar señalamientos de sus absurdos cierres y ofrezcan alternativas que mitiguen ese desesperante caos de los automovilistas que transitamos por el rumbo y no solo a los pobres tipos a los que les dan una banderita roja y que todo el tiempo la están usando de abanico sin ton ni son, sin sentido ni dirección alguna.

Claro que no faltará el simplón, que al leer este artículo diga que, si uno no está conforme, pues que se mude de ciudad o de colonia o cambie de trabajo, pero ese no es el punto. Cada quien tiene el derecho de elegir su domicilio, en que trabajar, su quehacer, en una palabratenemos la libertad de tránsito, y exigimos a las autoridades que hagan su trabajo, y pongan orden a este insufrible caos vial de cada día, a fin de que nos respete ese derecho que tenemos todos, porque finalmente frente al derecho de los motociclistas, bicicleteros, patinantes, y maistros de la construcción, está también nuestro derecho a circular libremente por las calles de la ciudad que deben entender que no es de ellos, es de todos.


  • Abel Campirano
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