Entre la espada trumpiana y la pared ultra

Ciudad de México /

México tiene razón en estar enojado con Donald Trump, el depredador de nuestros paisanos en Estados Unidos. Yo he manifestado en decenas de artículos mi antipatía por el personaje (a diferencia de López Obrador, dicho sea de paso, quien llegó a la ignominia de defenderlo y presumir su infamante amistad). Pero lo que hacen los gobernantes, legisladores y dirigentes del partido oficial tiene otras repercusiones y los obliga a hablar y actuar frente a él exclusivamente en aras de beneficiar —o al menos no perjudicar— a los mexicanos. Usar la indignación popular para impulsar sus carreras políticas prefigura, en el contexto actual, una deslealtad a la nación. No les sugiero ser dóciles como AMLO —en muchas ocasiones he escrito en este espacio que la peor postura ante a un bully es la sumisión—: les exijo ser sagaces. Y le pido a la presidenta Sheinbaum que cuide sus expresiones y que evite que los exabruptos de los representantes de su movimiento dañen a nuestros migrantes.

La existencia de mañaneras diarias no le ayuda. Se arriesga, aun con periodistas a modo, a un resbalón como el de declarar que si el Congreso estadunidense grava las remesas “Nos vamos a movilizar”. Una gobernante con alta aprobación, que había manejado bien su interlocución con Trump, no necesitaba decir eso. Nunca llamó a la violencia, pero cometió un error al usar ese verbo. Ella puede movilizar a sus seguidores en México, pero insinuar o dar pie a que se interprete que los instiga a que tomen las calles y las plazas de Estados Unidos es regalarle al trumpismo municiones para usarlas cuando se le ofrezca. Ya empezó a ofrecérsele, por cierto, desde que los paisanos comenzaron a manifestarse en Los Ángeles y su secretaria de Seguridad Interna aprovechó actos violentos aislados para llevar agua a su molino.

Creo que la Presidenta aprendió la lección, pero sus ultras no. Siguen desatados en su sketch de bravatas y chabacanería. De hecho, me parece que fueron ellos quienes propiciaron el desliz presidencial, movidos por su proclividad a la estridencia y ávidos de promover candidaturas montados en una ola antiyanqui. Cuidado. Si siempre ha sido difícil dormir junto al elefante, jalarle las orejas en estos momentos es innecesario e imprudente. El hábitat natural de Donald Trump es la pendencia, el pleito de callejón, y por eso se le debe enfrentar con firmeza y astucia, no con fanfarronería.

La gran asignatura pendiente de Sheinbaum, en la relación con Estados Unidos y en la agenda nacional, es deslindarse del fundamentalismo. Ella sabe que ya no es líder estudiantil sino jefa de Estado y no debe permitirse regresiones nostálgicas. Hay quienes piensan que no puede darse el lujo de sacudirse a los ultras; yo digo que es al revés, que no tiene por qué cargarlos (no fue casualidad que mantuvieran posiciones marginales en el sexenio pasado). Ninguno de ellos puede moverle el tapete político más allá del ruido en redes sociales. La base electoral de la 4T es el obradorismo populista, no el leninismo antiimperialista.

PD: Celebro que la Presidenta asista a la reunión del G7 en Canadá. Solo espero que su equipo condicione su encuentro con Trump a que se realice en privado y sin conferencia de prensa conjunta. No debería aceptarse en otras condiciones.


  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
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