DIF: ¿Rostro amable o maquillaje político?

Puebla /

El DIF ha sido históricamente la cara amable de los gobiernos en México. Una institución que, en teoría, busca atender a los sectores más vulnerables de la sociedad. Sin embargo, detrás de esta fachada benevolente, surge la pregunta: ¿es todavía un verdadero agente de cambio o simplemente un instrumento político?

Con la reciente toma de protesta de Ceci Arellano como presidenta honoraria del SEDIF, es oportuno revisar el legado de sus predecesoras y evaluar si se ha cumplido con su misión o si ha sido utilizada como plataforma política.

1. Socorro Alfaro (1999-2005): Durante el sexenio de Melquiades Morales, enfrentó los retos de un nuevo milenio. Su gestión fue digna, pero marcada por una sociedad en transición que apenas despertaba a la globalización.

2. Margarita García (2005-2011): Junto a Mario Marín, lidió con el desprestigio de un escándalo que sacudió al país. A pesar de ello, intentó dejar una huella en una sociedad cada vez más crítica.

3. Martha Erika Alonso (2011-2017): Al lado de Rafael Moreno Valle, su gestión fue interrumpida por sus aspiraciones políticas, dejando en evidencia la delgada línea entre la asistencia social y la ambición de poder.

4. Dinorah López (2017-2018): Con un periodo breve junto a Tony Gali, su labor fue limitada, pero intentó mantener la dignidad en la asistencia social.

5. Guadalupe Pacheco (2018-2019): Hija del gobernador interino, su labor fue efímera y sin resultados significativos, reflejando una continuidad sin innovación.

6. Rosario Orozco (2019-2023): Esta etapa es considerada la más oscura del DIF, donde la prioridad parecía ser el acompañamiento al gobernador Miguel Barbosa, relegando la misión principal de la institución.

7. Gabriela Bonilla (2023-2024): Asumió un cargo inesperado con resultados tangibles, sobre todo considerando la inoperancia de su antecesora. Sin embargo, ello no demerita el gran trabajo que llevó a cabo.

Ahora, con Ceci Arellano al frente, el discurso oficial la presenta como una mujer auténtica, alejada del protagonismo y con una profunda vocación de servicio. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que las palabras se las lleva el viento. La verdadera evaluación vendrá con acciones concretas y resultados palpables.

La sociedad mexicana ya no se conforma con discursos bien elaborados. Evalúa día a día, exige transparencia y resultados reales. El tiempo dirá si el DIF, bajo esta nueva dirección, será un verdadero agente de cambio o si continuará siendo una herramienta más del juego político.


  • Alberto Rueda
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