Menos diagnósticos y más soluciones

Puebla /

En este país hay caminos que conectan ciudades y otros que conectan ataúdes. La autopista Cuacnopalan-Oaxaca, más que una vía de comunicación es una ruleta rusa con cuotas.

Esta vez, el saldo fue brutal con 21 personas muertas. De ellas, nueve eran maestras y maestros. Uno más era hijo de un funcionario educativo. También había dos elementos de las fuerzas armadas. Gente que no iba de paseo ni de fiesta. Iban a trabajar, a educar, a servir, a cumplir.

Pero se toparon con el destino, sí, pero también con una carretera mal diseñada, poco vigilada, sin mantenimiento suficiente y plagada de curvas peligrosas que ya han cobrado decenas de vidas antes. Porque esto no es nuevo ya que la Cuacnopalan-Oaxaca tiene años funcionando como una trampa mortal, pero con peaje puntual.

La vigilancia brilla por su ausencia, la regulación, inexistente y la supervisión nula.

Tres factores están a la vista y se repiten en cada caso.

1.-La infraestructura deficiente. Curvas traicioneras, tramos estrechos, señalización deficiente. El gobernador Alejandro Armenta ya salió a decir que se debe considerar ampliar los carriles.

2.- Las unidades pesadas, esas que circulan sin control, sin operativos, sin regulación. Camiones en mal estado, choferes extenuados, velocidades que superan cualquier lógica de seguridad.

3.- La concesión del servicio de transporte. Porque sí, la empresa implicada ya ofreció apoyo para los deudos y gastos médicos para los heridos. Ahora se debe revisar si tenía permiso para operar esa ruta con ese tipo de vehículos y que cumplía con la normativa para transporte colectivo en trayectos federales.

Pero los nombres están ahí. No son números. Se llamaban Layma, Crimilda, José Luis, Liliana, Carlos. Profesores de preescolar, primaria, educación especial. Hombres y mujeres que todos los días se levantaban antes del amanecer para tomar el transporte que los llevara a las escuelas más alejadas. Y lo hacían porque querían formar, enseñar, servir. Hoy sus familias los van a enterrar, en silencio, con rabia y con un boleto de camión que jamás debieron haber pagado con la vida.

México es experto en simular que “algo se va a hacer”. Pero también es experto en dejar que todo siga igual.


  • Alberto Rueda
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