Ser el partido en el poder suena, a simple vista, como tener la vida resuelta. Pero gobernar es más bien como caminar sobre una cuerda floja, con un público crítico y hambriento de resultados. La oposición, en teoría, tiene una tarea más sencilla: señalar errores, golpear en los errores superfluos y esperar su turno. Claro, siempre y cuando tenga liderazgo, pero ahí está el problema en Puebla porque la oposición brilla por su ausencia.
El tablero político en el estado muestra un oficialismo que, lejos de desgastarse, afila sus piezas. El caso de Morena es ejemplar. La permanencia de Olga Lucía Romero Garci-Crespo al frente del partido fue una jugada milimétrica. Tras una breve nominación para el gabinete estatal, se decidió que continuara liderando el partido en el poder para dejar en claro que Alejandro Armenta confía plenamente en ella como su escudera en este juego estratégico.
La tarea no es sencilla. Una líder del partido oficialista tiene dos funciones claras: contener los ataques de la oposición (que, en Puebla, son más simbólicos que efectivos) y blindar el modelo de gobierno del mandatario. Y Romero Garci-Crespo, hasta ahora, ha demostrado ser buena en ambas.
Dos aspectos la destacan en el complicado ajedrez de la política poblana. Primero, su capacidad de adaptación institucional. Es de las pocas figuras que han sobrevivido a tres administraciones con estilos radicalmente diferentes: el impresentable de Miguel Barbosa; el “conciliador” (y hacedor de obras a medias) Sergio Céspedes y el actual mandatario, Alejandro Armenta.
Segundo, su habilidad para apaciguar las tormentas internas en Morena. Las “tribus” del partido brotan como hongos después de la lluvia y ella ha encontrado la fórmula para mantenerlas, si no unidas, al menos bajo control.
El futuro político de Romero Garci-Crespo parece prometedor. Nadie se sorprendería si en 2027 compite por la alcaldía de Tehuacán y logra romper la maldición de ediles mediocres que ha sufrido el segundo municipio más importante del estado.
Pero el ajedrez de Morena no se juega solo. La salida de Agustín Guerrero de la Secretaría General dejó un hueco que ahora ocupa Guadalupe Siyancan Peregrina Díaz, exalcaldesa de Xoxtla. Alrededor, los aliados de la 4T -el PVEM, PANALy Fuerza por México- son una comparsa que simula pero no consolida.
El PT, con Liz Sánchez, mantiene su resistencia, pero quien lleva el ritmo es Morena. Olga Lucía Romero, con su bajo perfil y su estrategia de equilibrio, avanza. Aunque no hay que olvidar que un paso en falso y todo podría irse al carajo.
Este es el tablero político poblano: oficialismo con estrategia, oposición ausente y un reloj que avanza hacia 2027. En política, como en el ajedrez, lo que importa no es solo jugar bien, sino anticipar los movimientos del adversario para ponerlo en jaque.