El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, está por cerrar su ciclo al frente de la Arquidiócesis. Ya tiene lista su carta de renuncia y la entregará al Papa Francisco en mayo. A sus 75 años, la edad límite que marca el Código de Derecho Canónico, su retiro es inminente. Pero hay otro factor de peso: su salud. Ha enfrentado problemas cardíacos, incluso un infarto y su sistema óseo lo ha llevado a quirófano en más de una ocasión.
La Santa Sede aún debe evaluar su dimisión. No siempre se acepta de inmediato y en algunos casos, el Papa solicita que el obispo se mantenga en el cargo un tiempo más. Sin embargo, las complicaciones médicas de Sánchez Espinosa hacen prever un relevo casi inmediato.
Y aquí empieza la especulación. ¿Quién será el sucesor?
El nombre que más suena es Eugenio Lira Rugarcía, actual obispo de Matamoros. Pero su relación con el Episcopado Mexicano no es la mejor y para colmo, arrastra problemas de salud en las rodillas. También se menciona a Francisco Javier Martínez, el recién nombrado obispo auxiliar, originario de Guadalupe Victoria; sin embargo, su falta de experiencia lo deja fuera del juego. Otro nombre en la mesa es el de Felipe Pozos Lorenzini, pero tampoco es opción viable. Dagoberto Sosa ya pasó el primer filtro, pero la decisión aún no está tomada.
El futuro arzobispo de Puebla no solo tendrá la misión pastoral de guiar a la comunidad católica, sino que deberá enfrentar desafíos que van más allá del púlpito. Puebla es una plaza compleja, donde la política y la religión mantienen lazos históricos. La relación del nuevo prelado con los grupos de poder y la sociedad civil será clave para definir su impacto.
Lo cierto es que Víctor Sánchez Espinosa logró mantener un perfil de equilibrio tras un obispado tan político como el de Rosendo Huesca y Pacheco. No fue un actor confrontativo, pero tampoco un aliado incondicional del poder. Durante los gobiernos de Rafael Moreno Valle y Miguel Barbosa optó por el silencio en momentos clave, aunque en los últimos años dejó entrever una postura más crítica.
Ahora la interrogante es quién tomará las riendas de la Iglesia poblana y qué papel jugará en el escenario político y social de un estado donde la fe y el poder suelen entrelazarse más de lo que muchos quisieran admitir.
El desenlace de esta sucesión marcará una nueva etapa para la Iglesia en Puebla y sin duda, tendrá repercusiones en el ámbito político local.