El General Tsao Tsao iba delante de su exhausto regimiento. La marcha era larga y sólo él iba a caballo. Los soldados estaban desalentados y tenían mucha sed debido al intenso calor que los agobiaba. De repente el general, viendo al horizonte desde lo alto de su montura, les dijo: “Puedo ver un frondoso jardín con una fuente de agua y frutas en abundancia” Con esto los hombres recobraron el ánimo y aligeraron el paso; pero transcurrió una hora sin que llegaran al anunciado jardín. La verdad era que no había ningún jardín. Se habían dejado engañar, y terminaron más desanimados y sedientos que nunca. Su general los había engañado.
Esta anécdota la cuenta la señora Chang Kai-Chek en su libro titulado Hablando con Dios. Y es que la verdad importa. Nuestro peregrinar en esta vida tiene muchos momentos de marcha larga y forzosa y todos seguimos a un “general”.
Pero a diferencia de los soldados de Tsao Tsao, nosotros podemos escoger a quién seguir. Bíblicamente hay sólo dos líderes a los que entregamos nuestras vidas; el Uno que es verdadero y digno de confianza; el otro un embustero, mentiroso y asesino. El primero es Dios; el otro es el diablo, quien nos ofrece todo aquello que nos separe de nuestro Creador.
Jesús fue claro al decirle a Tomás: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais”, (Juan 14:6-7). También dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, (Juan 10:10)
Jesús advirtió a personas que le odiaban y rechazaban: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.” (Juan 8:44-45)
El diablo nos ofrece muchos “oasis” en este mundo, pero ninguno de ellos sacia el alma. Al final sus ofertas conducen al infierno. Jesús nos ofrece gratuitamente el Cielo, porque Él pagó el precio de nuestro rescate en la cruz. Nos ama y quiere salvarnos. Él vive, y si se lo pides, te perdonará, entrará a tu corazón y te dará nueva vida.