Durante 2025 observamos una tendencia muy positiva en el precio del oro, lo cual nos lleva a plantearnos su rol en los portafolios de inversión y su desempeño como activo hacia adelante.
Con un alza acumulada por arriba del 25 por ciento, si tomamos en cuenta que ha superado los 3 mil 300 dólares por onza, el oro se posiciona entre los activos con mejor desempeño en el año. Incluso, si vamos más atrás, el oro ha tenido una apreciación de alrededor de 98 por ciento desde la declaración de la pandemia. Esto, derivado de una combinación de factores geopolíticos y de incertidumbre, como por ejemplo, los conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania, el conflicto en la franja de Gaza, la incertidumbre en torno a la política comercial estadounidense; así como otros factores estructurales, como la reconfiguración del sistema financiero internacional frente a los límites fiscales de las economías desarrolladas, la pérdida de hegemonía del dólar y la diversificación de reservas por parte de los bancos centrales.
Un componente de este rally han sido sin duda los flujos hacia ETFs respaldados por el oro físico. Luego de una sequía prolongada entre 2021 y mediados de 2024, los primeros cinco meses del año mostraron entradas netas superiores a las 320 toneladas a nivel global. El flujo acumulado sigue siendo uno de los más robustos en la historia reciente. Esta recuperación coincide con un entorno de fuerte incertidumbre, donde episodios como el llamado “Día de la Liberación”, cuando el gobierno de Estados Unidos anunció nuevos aranceles generalizados, han servido para recordar a los inversionistas la utilidad de tener activos “seguros”.
El caso de los bancos centrales es aún más profundo. Las compras observadas por parte de diferentes bancos centrales sugieren que la acumulación de oro por parte de estos actores es una estrategia deliberada y de largo plazo. Este comportamiento ha sido particularmente activo en países como China, Polonia e Irán, donde el oro se ha convertido en un instrumento de política financiera en el contexto de tensiones geoeconómicas, sanciones y reservas cada vez menos concentradas en dólares. Las proyecciones, de acuerdo con State Street, estiman que las compras oficiales podrían cerrar el año entre las 900 y mil toneladas, en línea con los máximos históricos alcanzados en años recientes y entre los 4 mayores desde 1971.
Este movimiento del oro en los últimos años tiene implicaciones significativas para la gestión de activos. Más allá del precio, el oro ha demostrado características técnicas que lo colocan a la par de activos considerados de alta calidad y liquidez, como los bonos del tesoro estadounidense. Estudios recientes del World Gold Council muestran que, en periodos de alta volatilidad, como los vividos entre febrero y abril, el oro mantuvo spreads ajustados y una volatilidad diaria promedio, comparable con la de los treasuries a 30 años y muy por debajo de la mayoría de los activos bursátiles, incluidos algunos de los más líquidos del mercado. La profundidad de su mercado también es destacable: el volumen promedio diario en mercados OTC se ha mantenido por encima de los 140 mil millones de dólares, equiparable al volumen de los bonos del tesoro a 10 años.
Desde la perspectiva de construcción de portafolios, el argumento para mantener oro es hoy más convincente en términos de expectativas de rendimiento y de diversificación ante eventos volátiles. En un entorno donde la política monetaria estadounidense se encuentra en pausa desde diciembre pasado, y donde el riesgo de deterioro fiscal ya se refleja en rebajas crediticias (como la de Moody’s en mayo), los fundamentos para el oro permanecen. Más aún, en una economía global marcada por altos niveles de deuda en las economías desarrolladas, el oro se presenta como una cobertura contra la pérdida de poder adquisitivo de las monedas fiduciarias.
En términos de asignación, el rango óptimo de exposición para portafolios multiactivo dependerá del horizonte del inversionista, pero en general podríamos pensar en un peso estratégico de 1 a 5 por ciento en el portafolio. En un escenario base, donde los riesgos comerciales persisten y la Reserva Federal mantiene una postura acomodaticia pero prudente, el oro podría estabilizarse en un rango de 3 mil 100 a 3 mil 500 dólares por onza, de acuerdo con estimaciones de State Street. Sin embargo, si se materializa un entorno de estanflación, con desaceleración global y mayores compras oficiales, el precio podría continuar en ascenso. No obstante, existen riesgos a la baja, como en un escenario con recuperación del dólar y descompresión del riesgo.
En conclusión, pareciera que el oro ya no es solo el activo que se ocupa en tiempos de crisis. Es, cada vez más, una herramienta para construir resiliencia en portafolios que deben operar en un mundo más volátil y de mayor incertidumbre. Su utilidad no radica únicamente en proteger al inversionista contra los peores escenarios, en este nuevo régimen, el oro se afirma como un activo estratégico.